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El silencio, el secreto y la amenaza es una triada constante en la dinámica familiar donde ocurre el incesto. El padre dispone sexualmente de su hija porque la considera de su propiedad y fuente de placer. Para ello crea una atmósfera de terror que le garantiza el silencio de la víctima. ¿Son personas mentalmente enfermas? Generalmente no. Suelen ser personas con suficiente inteligencia para planear el acto, para no ser descubiertos, para decidir el lugar, el día y la hora; capaces de estructurar una estrategia, de manipular la percepción y la subjetividad de la víctima; con tal nivel de poder como para silenciar a todo el sistema familiar. No requiere utilizar la violencia física, a menos que la hija intente evitar el ataque. Recurre a una tramposa seducción mientras la toca y acaricia perversamente: “Soy tu padre, te quiero mucho”, “Eres mi preferida”, “Estos son besos y caricias con respeto”, “Es para que aprendas a cerca de la sexualidad”.

Muchos casos no son detectados, muy pocos son denunciados y algunos solo llegan a descubrirse cuando aparece el embarazo como evidencia. En los sectores bajos los mecanismos de ocultamiento y amenaza suelen ser más burdos: “Si no te dejas te pondré unos cuerazos, además para qué te voy a querer si no es para eso (…), tienes que hacer lo que te digo porque por eso soy tu padre, y si no obedeces soy capaz de matarte o mínimo correrte de la casa”, son argumentos que los abusadores suelen reconocer en sus declaraciones. Estas niñas suelen parir en hospitales públicos y ahí se hace la detección.

En los sectores medios y altos, es probable que los abusadores pongan más cuidado de no embarazarlas, y no necesariamente por consideración a éstas, sino para evitar el escándalo en el que se verían envueltos. Los abusadores de los sectores sociales más altos poseen estrategias más contundentes para sostener pactos de silencio y ocultamiento de sus delitos sexuales, razón por la cual, aumenta la vulnerabilidad de la víctima.

Los/as investigadores/as del tema han constatado que la mayoría de las víctimas son las hijas mayores. En algunos casos al liberarse ésta, el ataque incestuoso se desplaza a la que le sigue; a veces se da con varias de las hijas. El primer contacto suele iniciarse de los seis a los nueve años y finaliza entre los 14 y los 16 gracias a la a la huida de la hija, a la denuncia o amenaza de ésta. La relación incestuosa suele darse durante un periodo prolongado (de dos a cinco años generalmente) y se lleva a cabo cuando la madre se encuentra ausente del hogar: trabajando, cuidando a un hijo enfermo…

Entre más pequeña es la víctima, con mayor seguridad el abusador será un familiar directo: padre, padrastro, tío, abuelo, etcétera, para ellas ser niña se convierte en factor de riesgo... Cotinuará.