Se extienden en el país las manifestaciones de inconformidad social, que si bien en su gran mayoría tienen sustento y son pacíficas, también han dado lugar a acciones de grupos violentos y voluntaristas, que cada vez son más agresivos.
Lo mismo en Guerrero que en Michoacán, Oaxaca, Veracruz o la ciudad de México, han surgido estos brotes de rebeldía –o de provocación– que por momentos apuntan, incluso, a la insurrección.
Ahora también nuestra Universidad Nacional se ha visto involucrada en este preocupante ambiente. El fin de semana pasado se registraron hechos violentos en Ciudad Universitaria, en este caso entre policías de la procuraduría capitalina (que no debería ingresar al campus) y un grupúsculo de pseudoestudiantes que tienen secuestrado el llamado Auditorio Che Guevara, de la Facultad de Filosofía y Letras. Sin duda, fue un acto de imprudencia o de provocación de la policía local, en un entorno nacional de extrema tensión y en un sitio donde, se sabe, hay individuos muy violentos. De más está decir que estos invasores del patrimonio universitario deberían haber sido desalojados desde hace muchos años.
El hecho es que, como en el caso de la UNAM, basta cualquier mínimo acto de imprudencia o provocación para generar reacciones arrebatadas y vandálicas.
Frente a estos conflictos que se multiplican a lo largo y ancho del país, las autoridades federales, estatales y municipales parecen estar pasmadas, pues no intervienen a pesar de que tendrían la obligación de hacerlo. Esta especie de estupefacción de las autoridades ha envalentonado a los violentos, que adoptan conductas cada vez más radicales, al grado de que secuestran a los propios funcionarios que acuden a negociar con ellos.
Desde luego, no se trata de reprimir, sino de actuar con inteligencia y decisión: identificar y atender los intentos de reconciliación, sí, pero, en paralelo, poner en marcha estrategias y acciones eficaces de gobierno que vayan a las causas mismas que generan la desobediencia civil y los actos violentos.
Al volver al país luego de su gira por Asia, el presidente Peña Nieto, si bien exhortó al diálogo, no pudo ya soslayar que tales desórdenes conllevan perjuicios y afectan los derechos de terceros.
Habrá, pues, que estar muy atentos, y como sociedad civil actuar con mayor oportunidad y profundidad, tanto para acotar a los violentos como para exigir que las autoridades de todos los niveles reaccionen con prontitud, firmeza e inteligencia.
De no ser así, se puede empezar a generar la anarquía, que conduciría a enfrentamientos casi incontrolables, con el riesgo de que éstos se generalicen y sean aprovechados por quienes tienen intereses aviesos y en alguna medida demenciales. Grupos que ya bien conocemos y que, sabemos, sólo piensan en sus propios fines en la ruta del poder por el poder mismo.
Facebook: Martha Chapa Benavides
Twitter: @martha_chapa
Comentarios
La vuelta de los porros no es más que una estrategia para generar confusión y distraer a los ciudadanos del verdadero problema. la corrupción y la impunidad imperantes en todos los niveles de gobierno. Este es un problema que ha ido carcomiendo durante décadas el desarrollo democrático de nuestro país. Si no exigimos la presencia de los violentos en la cárcel y la libertad de personas inocentes tomadas como rehenes para crear el miedo a la protesta y a la denuncia, seguiremos siendo cómplices de la impunidad y la falta de justicia.
Estoy de acuerdo, no podemos permitir los ciudadanos, que grupúsculos( incluso algunos extranjeros), generen anarquía en nuestro querido México.
Nosotros como sociedad civil, debemos cuidar los intereses de nuestras familias y de nuestros conciudadanos. Y no dejarnos llevar comentarios y rumores que van incluso, hasta incitar a la desobediencia civil.
Ojo, no caigamos en esos intereses aviesos de grupos violentos y también exijamos a nuestras autoridades: buenos resultados ( que para eso les pagamos sus sueldos todos lo mexicanos )