NUESTRAS LENGUAS

Bien sabemos que las lenguas indígenas forman parte sustancial de nuestra identidad cultural y que algunas, por fortuna, perviven, aunque también debemos lamentar que muchas de ellas se hayan perdido con el paso del tiempo.

Pero más allá de deplorar que se haya permitido que diversas lenguas originarias se extinguieran, lo importante ahora sería redoblar las acciones para que las que se practican en algunas regiones del país nunca desaparezcan. Por el contrario, se debe alentar su enseñanza a fin de que su conocimiento se extienda hacia un mayor número de mexicanas y mexicanos.

Por fortuna, que existen instituciones que alientan la difusión de estas lenguas entre niños y jóvenes, como el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas y varios centros de investigación en diferentes puntos del país. Aún mejor, existen escritores que las están enriqueciendo y cuyos textos se recogen en libros a los que se les da cierta difusión.

Eso pude constatarlo recientemente en el seno del Festival Internacional de la Cultura Maya, donde tuve la oportunidad de participar en un coloquio de mujeres, cuyo tema central se orientó a la influencia de la estética maya en el mundo contemporáneo.

Entre otros materiales muy interesantes que he recibido en estos días, llegó a mis manos el primer número de la revista Mérida, Ciudad de los Museos, publicación muy bien presentada, con textos que se antojan, que en uno de sus artículos aporta datos reveladores, los cuales quiero compartir con ustedes.

En el texto, titulado “Un pueblo de pueblos decidido a permanecer”, Mario Humberto Ruz, destacado especialista en lenguas, organización social y tradiciones de los pueblos mayas, señala:

“… la treintena de etnias o pueblos que conforman el mundo maya contemporáneo –más de ocho millones de individuos– se ubican primordialmente en tres estados nacionales: México Belice y Guatemala (a los que se suman decenas de miles emigrados a Estados Unidos, Canadá y algunos miles en Honduras), donde comparten espacios incluso rasgos culturales con descendientes de europeos, africanos, mestizos, mulatos e indoamericanos adscritos a otras familias lingüísticas. […] Se trata de lenguas o idiomas poseedoras de gramáticas propias y no de ‘dialectos’ como mucha gente aduce (a veces con tintes despectivos). Y lenguas particularmente ricas en múltiples aspectos de fonología, sintaxis y formas verbales entre otras muchas características, que se vieron enriquecidas en algunos aspectos por su contacto con otros idiomas”.

El doctor Ruz Sosa, quien es médico, diplomado en Ciencias Sociales y doctorado en Etnología, también nos informa que Yucatán es el estado mexicano con la mayor concentración de hablantes de alguna lengua mesoamericana: “el maya (peninsular o yucateco), que es por cierto la segunda más empleada en todo el país (11.7 %), superada sólo por el ‘nahua’ (23.1%)”. Y lo explica así: “En el año 2000, del total de los 3 millones 233 mil 862 habitantes de la península yucateca, el INEGI consideró que 790 mil 953 personas mayores de cinco años hablan maya, 75 mil 874 de ellos en Campeche, 167 mil 746 en Quintana Roo, y 547 mil 333 en Yucatán”.

El especialista, premio Universidad Nacional en Investigación en Humanidades 2002, agrega que “con un porcentaje de 37.3 por ciento, Yucatán es el estado con mayor población hablante de lengua indígena en el país pues en el de Quintana Roo fue el de 23%, y el de Campeche, de 15.5 por ciento”. Y considera que, en la realidad, esos porcentajes deben de ser mayores, en vista de que los conteos del INEGI no toman en consideración a la población menor de cinco años.

En su análisis, el investigador es, por un lado, optimista, al reconocer que un buen número de literatos y poetas mayas contemporáneos “se han dedicado con ahínco a dar modernas formas y contenidos a su lengua madre”. Por otra parte, no puede dejar de mostrar su desaliento ante una realidad insoslayable: “… por desgracia el maya tiende a usarse en ámbitos cada vez más reducidos, como el hogar, y una porción de los inmigrantes indígenas en centros urbanos y turísticos lo está perdiendo. Lo anterior se traduce en que, pese a que el idioma maya sigue siendo familiar y público en pueblos pequeños, algunos jóvenes prefieren hablar en español en el ámbito urbano”.

En fin, datos reveladores que muestran esa doble situación de que muy afortunadamente tenemos hablantes de lenguas indígenas, pero por desdicha hay una tendencia a ir dejando de lado estos hermosos idiomas, ante lo cual no debemos conformarnos.

Todo esto me lleva a concluir que deberíamos extender el aprendizaje de nuestras lenguas al sistema de educación pública en general para que millones de niños y jóvenes mexicanos hablen, además del español, una lengua indígena, sin demérito de que dominen también algún otro idioma. ¿Ustedes qué opinan?

 

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