No cambiaría nada…Es jueves. Si, jueves!!

 

No cambiaría nada del día de hoy; porque primero de un salto me paré de la cama. Me fui corriendo a cocinar, sabía que era jueves. Si, jueves el día que por fin disfrutaría el poder estar al lado de él. Rápidamente me dispuse a prepararle su sándwich para después de entrenar. De algún modo creo que además de los ingredientes comunes le agrego uno muy importante -amor-.

Aunque hoy no gozo de estupenda salud, y el dolor este latente, el hecho de compartir un breve espacio, tiempo y esfuerzo todo lo compensaría. Sabía que era jueves. Si, jueves!!

Después de 3 días intensos, llenos de subidas y de bajadas, de estrés, de estírale y aflójale. Sabía que era jueves. Si, jueves!!

Terminé de hacer mis cosas cotidianas, de arreglarme y me dispuse a irme a trabajar. Con el entusiasmo al 100 y el cansancio al 200, tenía que estar lista a las 2 en punto pues…Sabía que era jueves. Si, jueves!!

A la una con trece minutos, recibí la llamada, su llamada. Pues él, sabía que era jueves. Si, jueves!!

El reloj marcaban las 2 en punto y yo aún no terminaba. No iba a poder ir a entrenar. Entonces él llegó a mi encuentro. Muy tranquilo se sentó, observó y escuchó. Mientras yo continuaba trabajando el…Sabía que era jueves. Si, jueves!!

Él se fue a entrenar y yo continué trabajando. Dieron las tres con cuarenta minutos y el regresó por mí. Sabía que era jueves. Si, jueves!!

Me dejó en mi oficina y yo continué trabajando. Encendí mi computadora y me conecté en línea al skype. Más tarde él entró y se conectó, me acompañó en todo momento, escuchó mis cansancios, mis rabietas, mis dolores y mis fracasos. Sabía que era jueves. Si, jueves!!

Eran las siete de la noche y yo seguía en la oficina. Avance lo que pude y salí. Siete con treinta minutos, estaba sentada en la recepción de su oficina. En pocos minutos volvería a estar con él. Sabía que era jueves. Si, jueves.

Dieron las ocho en punto y a mi encuentro salió. Con un vaso con agua y una botella para el camino. Salimos sin destino. Nuestros labios solo pronunciaban no sé qué cosas. Sólo recuerdo que yo decía -tengo hambre-. Abordamos el vehículo, y yo seguía quejándome de todo. De hambre, de cansancio, de trabajo, de dolor. El solo escuchaba atentamente y yo no podía dejar de hablar hasta que su mano apretó mi pierna y pronuncio -ya deja de estresarte, por hoy- llamó a un vendedor de chicles y me regaló dos. Para mí, fue el regalo más grato. Tenía días sin probar uno y él sabía que yo los amaba. Ofreció salir a caminar cuando de antemano yo sé que no le gusta hacerlo. Eso fue algo maravilloso. El vehículo siguió andando y rumbo a mi casa, supongo sin temor a equivocarme, volví a decir -tengo hambre-. Y el ofreció un sin número de opciones hasta que salió la apetecible para mi paladar. Una ensalada de mis favoritas. Aun cuando a él no le apetecen.

Comenté que necesitaba una bolsa de mano, pues momentos antes se había roto la mía. Propuse que me acompañara a la tienda departamental a buscar una. No sólo eso, el me ayudó a elegirla. Me daba su opinión de cada una hasta que encontramos la mejor. Él sabía que era jueves. Si, jueves!!

Ya en casa, después de pedirle se sentara a mi lado y que el pidiera lo mismo, cedió y se pasó a mi sillón. Hoy era jueves. Si, jueves!!

Hoy no cambiaría nada de mi hoy. Hoy por primera vez sentí que el hoy se acercaba a mí. Que era tan cierto y tan real como que hoy es jueves. Si, jueves!!

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