Mujeres mayores de 65 años

Grupo de estudio: Mujeres mayores de 65 años

 

El grupo de estudio elegido para este trabajo probablemente no represente un reto de investigación desde el punto de vista del científico que desea llegar a las grandes conclusiones, sin embargo, es un grupo que está, que es, y que desde el punto de vista de quien escribe, un grupo que si bien recibe ayuda, atención médica y apoyos varios por parte de las autoridades, es poco estudiado y se engloba de una manera estereotipada como parte de los hoy llamados “adultos mayores”, no obstante esto,  tiene sus propias luchas, sus propios sueños.

 

Las mujeres constituyen la mayoría de la población adulta mayor en México (53.42%). Las estadísticas disponibles muestran que el sector femenino tiende a tener una expectativa de vida más larga que los hombres. De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo), en 2010 las mujeres mexicanas vivían en promedio alrededor de cinco años más que los hombres (77.8 y 73.1 años, respectivamente);[4] esta mayor longevidad no implica que sea sinónimo de calidad de vida.

Según el Censo de Población y Vivienda 2010, en México hay un millón 541 mil 516 mujeres adultas mayores que no saben leer ni escribir. En el ámbito de la salud, si bien se ha ampliado el    acceso a los servicios médicos para este grupo etario, es común que las mujeres adultas mayores presenten diversos padecimientos relacionados con su condición y posición social y económica, su exposición a riesgos en función de sus actividades,  complicaciones de trastornos agudos y enfermedades crónicas, incluyendo altos niveles  de discapacidad. Según el censo referido (2010) en México hay un millón 138 mil 670 mujeres  de 60 años y más con alguna discapacidad, 22 mil 916 tienen más de cuatro limitaciones, entre los padecimientos de salud destacan los mayores índices de estrés y depresión de las mujeres adultas mayores con respecto a sus pares varones.[1]

 

Las mujeres mayores cargan con la tradición de ser las “abuelas”, las que son felices, plenas, llenas de ganas de consentir a los nietos, de querer a su marido (las que aun lo tienen), de preparar ricos pasteles y la sopa más deliciosa, pero, ¿quienes son en realidad?, ¿cuáles son sus luchas?, ¿cuáles sus necesidades?, ¿tienen sueños?, ¿deseos?

 

La mujer ya de por sí programada para volverse invisible, sobre todo en un contexto familiar, va perdiendo su identidad conforme va ganando años. Tiene más nietos y menos personalidad, más peso y menos esencia. La mujer en México, deja de ser mujer en cuanto se convierte en esposa, deja de ser esposa en cuanto se convierte en madre y deja de ser madre en cuanto se convierte en abuela, poco a poco, el respeto que le han ganado los años de experiencia atendiendo a las necesidades de los suyos, le van provocando que se pierda, que no se reconozca más, que piense que sin su pareja ya la vida no valdrá nada y que sin los hijos, lo único que le queda es sentarse a esperar la muerte como un sino.

 

Estas mujeres son el centro de este estudio, por delicadas, por ser la corona de sus canas lo que deberíamos venerar, por ser ellas quienes nos dieron vida, compañía, enseñanzas valiosísimas, orgullo que hace que ahora, al acercarse esa etapa en mi propia vida, voltee y considere escuchar a las que están a mi alrededor, sabiendo que sus experiencias, pueden poner una luz en mi camino, para que no tropiece por donde ellas tropezaron y para que los errores que ellas cometieron sirvan para evitarlos y no para repetirlos.

 

El propósito de este trabajo es del de analizar, de una manera un tanto coloquial el día a día de una de estas mujeres que podría ser cualquiera; ver por sus conductas, cómo se cumplen las teorías de autores que habiendo sido formuladas hace muchas décadas siguen vigentes en nuestra sociedad.

 

Este pequeño ensayo lo dedico con todo cariño a mi madre Eugenia López Sánchez y a su amiga Yola López Cristal, que con tanto cariño, risas y bromas, me invitan de vez en vez a sus desayunos de los viernes, cuántos recuerdos, cuántas experiencias que yo atesoro en el fondo de mi corazón, porque son, han sido, mi paño de lágrimas, mi compañía, mis fans, mi porra, mi consejo, mi guía, pero sobre todo, mis amigas.

 

Gracias por estar, las amo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Son las cinco de la mañana, Lolita se levanta, bueno, intenta levantarse lo más ágilmente posible, el dolor de la cadera es algo tenue el día de hoy, pero las várices arden, sin embargo, con entereza se dispone a comenzar su día, con pasitos lentos se dirige al baño, se observa en el espejo, se da cuenta que los años no pasan en balde, que todos y cada uno de ellos se quedan ahí, estancados, enredados entre las canas del pelo que ella considera que es poco, pero que es mucho más del que tiene fulanita…

 

Sale del baño, se viste con algo de ropa desgastada que utiliza especialmente para el trabajo, en silencio, se dirige a la cocina, pone un pocillo con agua en la lumbre, porque el microondas se lo compraron sus hijos, pero sabrá Dios cómo se usa, no, mejor el pocillo, es más seguro y dura más tiempo bien caliente que es como le gusta tomar el café. Tuesta un poco de pan, también en la lumbre, porque el tostador hace mucho que está de adorno en la cubierta de la cocina, un día le salió humo y no funcionó más, “estos aparatos, se descomponen y arreglarlos cuesta una fortuna, no, mi comal es más seguro”. Y así, se prepara el desayuno no sin antes tomar la fila de pastillas que le tocan, para la gastritis, para la colitis, para la ciática, para la rodilla, para la presión, para la memoria, para la osteoporosis, la vitamina, la tiamina, la isoflavona,  más lo que se acumule en el día que le toque su cita en el Seguro.

 

Silencio, silencio que devora, que lacera, se levanta y enciende un radio, comienza a sonar la voz de un locutor que da los buenos días y el reporte del tráfico.

 

Hace más de 4 años que su esposo murió, y otros tantos que su hija más joven se casó y salió del hogar dejándolos a ella y a su esposo muy contentos, dispuestos a disfrutar de esa nueva etapa, sin embargo, el destino les jugó una mala pasada y ahora, ella, sola, se encuentra a sí misma con una serie de sentimientos encontrados que no sabe cómo manejar y que se le enredan en la cabeza, si tan solo el locutor hablara más fuerte, tal vez podría callarlos y hacer que desaparecieran…

 

¿En qué momento me alcanzó el destino?, ¿cuándo me convertí en mi madre? Son preguntas que danzan en su cabeza, no encuentra respuesta, sólo sabe que está actuando así porque es lo que le corresponde y punto. Los esquemas que sostienen su edificio emocional, son ineludibles, generaciones atrás fueron implantando dentro de la sociedad, una cosmovisión que hoy para Lolita, es determinante en su vida diaria, el porqué de sus conductas, el porqué de ese insistir en mantener el “status quo” aun siendo viuda, sin tener que darle cuentas a nadie de su actuar y parecer, es algo que no se cuestiona, simplemente se piensa, se da por sentado y se actúa. Su forma de ser en realidad son los procesos cognitivos grabados en su memoria, es como ella conoce el mundo y se relaciona con él, no es reprobable o aprobable, simplemente “es”.

 

Bartlett, en su teoría del esquema concluye que procesos cognitivos como la percepción y la memoria no son meras reproducciones del mundo externo, sino que implican un proceso de construcción de significado, que hace que los contenidos recordados o las imágenes percibidas del medio, estén determinados por influencias sociales y culturales. Los esquemas son estructuras organizadas de conocimiento que son transmitidas culturalmente y que posibilitan la incorporación de nuevas informaciones al conocimiento previamente acumulado.[2]

 

Lolita aprendió de la observación que las mujeres mayores debían comportarse de una forma discreta, casi silenciosa e invisible, que no debían meterse en la vida de sus hijos casados, que tenían que vivir con lo mínimo indispensable, que no tenían derecho a “estrenar”, que todo lo que les regalaran debían guardarlo para “dominguear” o para un día de fiesta que por supuesto, nunca llegaba. Recibir dinero de un hijo, era, generalmente, para actuar como Robin Hood, recibiendo del rico y dándole al pobre, porque también, generalmente, siempre a un hijo le va muy bien y al otro no tanto.

 

Su madre siempre le decía que una mujer, siempre debía ser abnegada, sufrida, tiesa, no escandalosa, que lo mejor era abstenerse de las amigas que no dejaban nada bueno y que si el marido no había sido bueno, pues debía dar gracias a Dios que se lo había llevado y guardarle absoluta veneración por el resto de sus días, sin hablar mal de él, porque lo pasado, pasado estaba y ahí se debía quedar. ¿Otro hombre? !No lo quiera el Cielo¡ uno es de un solo hombre y punto, a guardarle luto al marido que para eso era el matrimonio, para conservarse contra todo y contra todos y que si lo traicionara con otro, podría venir a atormentarla por cuzca y vana.

 

Así que Lolita, vivía sus días sola, desde muy tempranito, porque aunque nadie le hubiera dicho que se levantara, no era bien visto que una mujer fuera floja, así que nomás amaneciendo ya estaba la casa limpia y la calle barrida. Su madre así lo hacía igual que su abuela, no importaba el clima, no importaba el cansancio… ella, desde pequeña, oía cómo sonaba el despertador y poco después los pasos de su madre dirigiéndose a la cocina, el aroma a café recién hecho, el ruido de la escoba al pie de su ventana, señal inequívoca de que estaba barriendo la calle aun a oscuras, el aprendizaje por imitación dejó su impresión grabada en la memoria de Lolita, ella ponía atención a todo lo que su madre hacía, guardó dentro de su consciente procesos que luego se hicieron inconscientes, aquellos  que le parecieron buenos para ella, retuvo el cómo se hacían, se dijo que eso era bueno para mantener a una familia funcionando y reprodujo, más tarde las conductas que su madre tenía, sin objetarlas y sin ponerse a analizar el porqué de todas estas conductas.

 

El aprendizaje por imitación se encuentra mediado por cuatro procesos, los dos primeros de índole cognitiva: procesos de atención y discriminación de la conducta del modelo, procesos de retención de la conducta observada, procesos de motivación y procesos de reproducción motora[3].

 

Lolita tenía la costumbre de sentarse siempre en el mismo lugar de su modesto desayunador, nunca ocupaba la cabecera, no, ese era el lugar que le correspondió en vida a su esposo y nadie podía ocuparlo para que él no se enojara, lo mismo sucedía con el resto de la casa, que si mi esposo decoró, que si mi esposo puso los cuadros, que si mi esposo distribuyó los muebles de tal forma que sólo a él le parecía estético y ella, simplemente acataba los deseos y disposiciones de su esposo, “pero si él ya no está” le insistían sus hijas tratando de hacerle ver que ahora podía mover las cosas y decorar a su gusto, que ya nadie la controlaría ni le llamaría la atención por algo que se saliera de lo acostumbrado, sin embargo, ella insistía en que así eran las cosas y que no se podían cambiar porque eso le daba seguridad y le hacía sentir que su esposo seguía ahí, presente. Estaba aferrada a que si algo se movía, podía venir una desgracia o algo peor. Sus supersticiones la rebasaban, la envolvían en una sin razón con la que sus hijas no podían lidiar, optaron por olvidarse de regalarle una sala nueva o de cambiar las cortinas, mejor le daban por su lado y nadie se sentaba en la cabecera.

 

Skinner ya había tratado estas situaciones de incontrolabilidad para explicar el origen de las conductas supersticiosas. La conducta supersticiosa se debe, según Skinner, al establecimiento de una conexión errónea entre una determinada conducta y la obtención del refuerzo. Seligman considera que los organismos pueden aprender de aquellas situaciones en las que el resultado no depende de la conducta. Los efectos de la incontrolabilidad, en su opinión, provocan el aprendizaje de dicha incontrolabilidad y la indefensión. La indefensión, es por tanto, un tipo de aprendizaje que ocurre cuando el refuerzo es independiente de la respuesta emitida por el organismo.[4]

 

 

La vida para Lolita era muy sencilla, soñar no estaba permitido, así que su única esperanza era que llegara el domingo para ver a sus nietos, sus hijas eran felices yendo a visitar a Lolita, porque sabían que una vez que pisaban el umbral de la puerta, la responsabilidad de cuidar a sus angelitos recaía en la abuela y ellas podían relajarse y hasta salir un rato sin preocupaciones. Así que las esperanzas de Lolita estaban reducidas al rol de abuela, no  de persona, no  de individuo con el que se puede compartir y platicar, no, un utensilio pensante, bueno, medianamente pensante que podía cuidar niños sin reclamar y sin cansarse. Sus hijas habían crecido cuidadas por su propia abuela, de manera que nadie se preguntaba si Lolita debía cuidar a los nietos o no, se daba por hecho, ese era el sistema social que se había seguido por generaciones. En navidad se le abrazaba mucho a la abuelita, se le compra una chalina y se le decía que la cena había estado deliciosa, esa era la interacción que tenía  con sus hijos.

 

Para estudiar el funcionamiento del sistema social, la sociología no debe utilizar como unidad de análisis a la persona aislada, sino a la persona en tanto en cuanto está en relación con otras personas. La unidad de análisis de Parsons es el estatus rol, en donde se encuentra implícita la participación del actor en la interacción cotidiana con otros actores. Las interacciones están basadas en expectativas mutuas sobre las conductas apropiadas en una situación dada. Cuando dichas conductas satisfacen dichas expectativas son recompensadas y cuando no logran satisfacerlas, son sancionadas. El rol se convierte así en la unidad básica de análisis de los sistemas sociales.[5]

 

Por supuesto que cuando finalmente se iban de la casa, la pobre Lolita terminaba con la cadera hecha polvo, porque los nietecitos querían que ella se sentara en el piso con ellos, que les lanzara la pelota y que jugara futbol, y ella, con tal de disfrutar de sus risas y abrazos, lo hacía complacientemente. Sus hijas decían “ay que buena abuela eres madre, quien te viera tan cariñosa y activa con tus nietos”. Y ella repetía y repetía esta conducta porque se sentía exitosa en el rol que le tocaba desempeñar, así que se esforzaba por seguir siendo la mejor abuela del mundo. Pero los domingos que las hijas no se presentaban, ella, en lugar de sentirse descansada, sentía mucho coraje y se daba a la tarea de mortificar a las hijas diciéndoles que eran unas mal agradecidas, que si no recordaban que tenían madre, y les colgaba el teléfono después de decirles esto. Su frustración la conducía a una agresividad irracional que sus hijas no podían entender o controlar. El estímulo que le llevaba a sentirse exitosa se cortaba de repente, y ella necesitaba dicho estímulo para sentir su valor. Otra posibilidad era que, dependiendo de su estado de ánimo, les llamaba a sus hijos varones, sabiendo que ellos podían llevarla a comer el domingo por la tarde, de esa forma, mataba dos pájaros de un tiro, mortificaba a las hijas por no tener quien les cuidara a los niños y usaba a sus hijos como escape para tener alguna actividad que no le exigiera esfuerzo alguno. Era muy racionalizadora en este sentido, hasta maquiavélica podía volverse en la elección de si salir con sus hijos o esperar a sus hijas.

 

Proposición del éxito: Para todas las acciones humanas, cuanto más frecuentemente sea recompensada la acción de una persona, tanto más probable es que ésta lleve a cabo esa acción.

Proposición del estímulo: Si la presencia de un determinado estímulo o de una serie de estímulos ha sido ocasión en el pasado de que la actividad de una persona se haya visto recompensada, entonces cuanto más semejantes sean los actuales estímulos a los pasados, tanto más probable es que esa persona realice ahora una actividad o alguna actividad semejante. 

Proposición del valor: Cuanto más valiosa sea la recompensa de una actividad para una persona, tanto más probable es que ésta realice esa actividad.

Proposición de la privación-saciedad: Cuanto más haya recibido una persona una recompensa determinada en un pasado inmediato, tanto menos valiosa le resultará toda ulterior unidad de esa recompensa.

Proposición de la frustración-agresión: Si una persona no recibe por su actividad la recompensa que esperaba o recibe un castigo que no esperaba, sentirá enfado, y al estar enfadada, los efectos de una conducta agresiva le valdrán de recompensa.

Proposición de la racionalidad: al elegir entre acciones alternativas, una persona elegirá aquella para la cual, se percibe que el valor, V, del resultado, multiplicado por la probabilidad, p, de obtener el resultado es mayor.[6]                                                                                    

 

 

En fin, la vida de Lolita pasaba lenta, sin variación. Muchas veces estando en su cama se preguntaba cómo hubiera sido todo si ella se hubiese atrevido a ser distinta, si su matrimonio le hubiere satisfecho más, si no se dedicara tanto a ser nadie…

 

Las mujeres de más de 65 años están expuestas a una serie de riesgos, tanto de salud, como económicos y sociales. Las estadísticas muestran que la violencia intrafamiliar es un problema silencioso que muchas mujeres enfrentan día con día, la lucha de los hijos por sacarlas de en medio para poder quedarse con sus bienes, tal vez una casa, tal vez un terreno. Muchas de ellas enfrentan el dilema de la soledad como algo que pretenden solucionar invitando a uno de sus hijos con su familia a vivir con ellas, pero lo único que encuentran es la falta de respeto y el arrinconamiento dentro de sus propias casas.

 

Los problemas económicos no son menores, muchas de ellas enfrentan la realidad de que sus esposos o bien están ya incapacitados para trabajar, o ya fallecieron, de modo que el único ingreso del que gozan es una paupérrima pensión otorgada por el IMSS, y que, en el mejor de los casos es suficiente para comer, pero que de ninguna forma cubre el total de los costos de la vida. Muchas se ven obligadas a depender de los hijos, quienes  las humillan sintiéndose dueños de sus vidas y con preminencia sobre los hermanos que no “cooperan” económicamente, manipulándolas a su antojo.

 

Una mujer de más de 65 años es una persona, rica en experiencias, en sueños, ellas desean ver realizadas las expectativas que se forjaron de los hijos, verlos felices, independientes y amorosos con sus familias. Sueñan con poder salir del estado de negación en el que se encuentran, poder reunirse con amigas, platicar, reír, tener lo suficiente para tomar un desayuno juntas de vez en cuando. Sueñan con ir a ver a los grupos de “danzón” en la plaza pública y que, tal vez algún señor mayor les invite el baile o les diga que son lindas o que se conservan muy guapas. Siguen teniendo ilusión probablemente no en tener pareja, pero si en ser reconocidas como bellas y capaces.

 

Según advierte la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el envejecimiento de la población y el incremento del número de mujeres viudas o solas en los distintos países, permite vislumbrar una serie de desafíos que deberán solventarse a la brevedad, no sólo enfrentando lo urgente y lo necesario para sobrevivir, sino también, a través de la creación de oportunidades efectivas que permita a las personas adultas mayores y en especial a las mujeres, acceder a la autosuficiencia y aspirar a una vida con calidad en su bienestar y desarrollo humano.[7]

 

Creo firmemente que nuestro deber para con ellas es el de estimularlas, el decirles que sí se puede cambiar, que no todo está terminado y que si desean pueden hasta estudiar y emprender un pequeño negocio en sus ratos libres.

 

La vida no termina con las canas, estoy convencida de que comienza con ellas, si se le da el abono suficiente a la tierra de la madurez, seguirá floreciendo como en sus mejores épocas y siempre es mejor tener a alguien contento y pleno cerca que a una persona que busque en su frustración la fuerza para hacerse notar agresivamente.

 

Nuestras queridas abuelas merecen atención, tal y como ellas nos la dieron cuando éramos pequeños, tanta, como nosotros mismos la necesitamos y necesitaremos algún día.



[1] Fuente: Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred); Instituto Nacional de las Personas Adultas (Inapam) (2011). Encuesta Nacional sobre Discriminación en México 2010 (Enadis 2010).Resultados sobre personas adultas mayores. México: Autor. Disponible en http://www.conapred.gob.mx

[2] Garrido Alicia, Álvaro José Luis. Psicología Social. Segunda edición, p. 179

[3] P. 159

[4] P.267

[5] P.271

[6] P. 281

 

[7] Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (ceameg) (2008). Situación de las mujeres adultas mayores indígenas en México. México: documento elaborado por Calvario, L.; Granados, A. Disponible en: http://archivos.diputados.gob.mx/Centros_Estudio/ceameg/Inv_Finales_08/DP2/2_8.pdf

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Comentarios

  • Pues, tengo 61  años y no logro reflejarme en esa mujer, bueno, soy médica y siempre he trabajado, nunca dependí ni de mi esposo ni de nadie para mis gastos y gustos, en unos 2 años me jubilaréy haré un  doctorado en cualquier cosa menos en medicina, la moda no me importa, uso lo que me gusta, para mi la moda no tiene edad, sino el gusto de usarla, soy viuda desde hace 4 años, y pues no quiero tener una relación seria con nadie, me gusta mi libertad. Tengo una hija de 26 años, ingeniera mecánica con una relación de 8 años, estable, los nietos cuando lleguen los amaré, pero seguiré teniendo mi espacio y mi vida. Señoras sesentonas la vida no termina en esta edad.

     

     

     

     

     

     

     

     

  • Hola, tengo 51 años. Siempre les he dicho a mis hijos que cuentan conmigo para un futuro, pero que YO quiero hacer muchas cosas para mi.

    Después de ver esto y saberlo sé que me tengo que preparar para el mañana y que cuenta mucho como vivo el HOY. No me niego la posibilidad de llegar a ser una abuela cariñosa y complaciente, pero ma dará más gusto cuando vengan a visitarme y después se vayan. ¡Ja ja ja!

    Me dejaron pensando y sé que hay mucho que planear. No me gustaría depender económicamente de ellos, ni mucho menos que tuvieran que decidir por mi. ¡HA TRABAJAR!

  • Excelente investigación, me lleva a pensar, cuál será mi futuro.

    Ahora a disfrutar mi presente

  • Me da muchp gusto que se vaya a estudiar a este grupo de mujeres al cual yo pertenesco y que nadie ha hecho imvestigacion cuales son nuestras empciones sentimientos enfdrmedades tristezas miefos modas que esperamos de la vida de nuestra pardja de los hijos y nietos.
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