LOS HIJOS TAMBIÉN LLORAN

                                                                                   

En una separación, divorcio, abandono, ausencia o muerte del padre, los niños tienen su propio proceso de duelo. La superación del momento por el que están atravesando mucho dependerá de cómo te vean a ti, mamá sola, sin embargo, algunas de las conductas más comunes que presentan los niños en esta etapa son: culpa, rechazo hacia uno o ambos padres, tristeza, inseguridad, depresión, ansiedad, angustia, miedo, odio, apatía, etcétera.

Ellos no sólo han perdido la posibilidad de estar cotidianamente con su papá sino también han perdido muchas otras cosas, como podrían ser la estabilidad económica y emocional, la sensación de seguridad que en su hogar proveía la presencia en casa de mamá como antes, la rutina, la estructura familiar,  y algunas diversiones.

Tal vez los niños se han cambiado de escuela y ya no ven a sus amigos o las reuniones con la familia del papá se acabaron; en fin, la ausencia del padre cambia la vida y no todos tenemos la misma capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias.

 

Respeta sus sentimientos auténticos

El doctor Isauro Blanco, en su libro Padres comprometidos, familias felices, señala que: “dado que las emociones reprimidas no se evaporan, se generan salidas enmascaradas que debilitan aún más el sentido de la confianza, debido a la confusión acerca de uno mismo y de las reacciones emocionales reprimidas. La confianza es la derivación de la autoestima y del auto-respeto, razón por la cual el respeto a las emociones auténticas fortalece la seguridad.”

 

A tu hijo le puedes decir: “está bien que sientas lo que sientes”, “comprendo por lo que estás pasando”, “es necesario que expreses lo que estás sintiendo en este periodo de ajuste a una nueva forma de estar en familia”. La empatía hacia lo que los hijos están sintiendo puede ayudarles mucho a elaborar su pérdida.

 

El manejo del divorcio

La mayoría de los padres cometemos muchos errores en el proceso de divorcio y en el periodo de los ajustes posteriores. Nos ganan las emociones de resentimiento, odio, venganza, frustración y enojo contra la pareja y esa falta de control les complica mucho más la vida a nuestros hijos.

Por ello es muy importante hacerles entender —y luego comprobar que en efecto así lo crean— que la culpa de la separación no es suya. Es necesario que sepan que los padres se divorcian entre ellos, pero no de sus hijos. “Si los padres, envueltos en su problemática, manifiestan agresión entre ellos no se ponen de acuerdo en temas relacionados con los hijos o tratan de usarlos de aliados, la ansiedad de los hijos ante esta situación aumenta, generando serias alteraciones a nivel conductual y emocional”, dice la psicóloga Lizi Rodríguez en su libro Manual para el éxito familiar.

 

Aceptar que ya no será como antes

El sólo hecho de aceptar que el divorcio es una circunstancia que se ha asentado en la familia y que nos acompañará el resto de nuestras vidas es ya un importante primer paso en el proceso de ir sanando esas heridas que una separación deja en los implicados.

Las cuestiones del dinero, las propiedades, si las hay, el proceso jurídico y demás, son cosas en las que es mejor no involucrar a los niños. Los padres deben ponerse de acuerdo con lo referente a la custodia, las salidas, las vacaciones, las visitas a su casa, su frecuencia, y posteriormente informarles a los niños. En la medida de lo posible, deben evitarse esos encuentros en los juzgados en que los niños tienen que ser confrontados con preguntas y señalamientos del juez o de los padres. Un estudio realizado en el University College of Dublin reveló que, en la mayoría de los casos, los efectos del divorcio son más dañinos para los hijos que la muerte de uno de los progenitores.

En México hay diversos estudios sobre los efectos que produce el divorcio en los hijos, y uno de los más destacados es el que realizó la psicóloga Julia Borbolla, quien enumera algunos de los signos que pueden delatar el daño que causa en los hijos la separación de los padres:

-Las regresiones (conductas que corresponden a niños de menor edad).

-La rebeldía (irritabilidad y oposición constante a la autoridad).

-Las alteraciones del sueño (pesadillas, bruxismo o rechinido de dientes y las inspecciones nocturnas a la recámara de mamá).

-La tensión (presencia de tics nerviosos, pérdida de apetito; uñas, lápices y puños del suéter mordidos).

- Bajo rendimiento escolar (bajas calificaciones y reportes de mala conducta en la escuela).

-Conductas inadecuadas (travesuras inusuales, beber, fumar, agresiones a sus compañeros).

-Tristeza (retraimiento, llanto repentino, silencio).

-Miedo (a estar solo, a ir al colegio, a que mamá vaya al trabajo).

-Soledad (alejamiento social, en su cuarto).

-Negación (cuando repreguntan qué le ocurre, responde que no pasa nada).

-Culpa (creen que son los causantes de los pleitos de sus papás, piensan que han hecho algo malo para que papá y mamá se divorcien).

-Minusvalía (se siente inferior, menos valioso, diferente a los demás).

Estos males se agudizan cuando los padres utilizan a los hijos como “misiles”. En cada oportunidad, el padre o la madre los envían con un mensaje, muchas veces cargado con un reclamo o reproche para su ex cónyuge.

Comparto contigo la historia de un estudiante de secundaria de trece años de edad: Durante años su casa fue un campo de batalla hasta que sus padres se separaron. Él es el mayor de tres hermanos. Se acuerda que desde que era muy pequeño su madre le reclamaba de todo al papá.

“Discutían por el dinero, por las clases, por las llegadas tarde, porque mi papá regresaba oliendo a alcohol, porque no sacaba a mi mamá y ella tenía además que ir sola a todos lados. Una vez oí que mi papá le decía a mi mamá que no se quejara tanto de los hijos porque por su insistencia de quererlos tener habíamos nacido mis hermanos y yo”.

Ramón empezó a ir mal en la escuela, a duras penas terminó la primaria. Se volvió apático, no quería ir al entrenamiento de futbol que tanto le gustaba. Se la pasaba muchas horas encerrado en su cuarto. Luego vino la separación.

Desarrolló la idea obsesiva de que el causante único y absoluto de la ruptura familiar era él. De la escuela fue referido a un servicio de psicología externo.

Sus padres fueron citados a una terapia familiar para aclarar lo que el papá había dicho sobre el nacimiento del muchacho y sus hermanos, además del asunto de la culpabilidad. El padre se retractó de lo que había dicho en aquella ocasión al ver el sufrimiento que había causado en su hijo.

Aunque ahora los padres de Ramón viven separados, las discusiones por cualquier cosa continúan. “Mi papá quiere seguir teniendo el control de la casa. Realmente no nos hemos liberado de los pleitos. Quisiera tener paz, a veces me dan ganas de meterme en el cuartito de los tiliches y no salir de ahí”.

 

Algunos tips para que te alcance el tiempo y convivas más con tus hijos

1) Realiza una lista donde indiques el tiempo que le dedicas a cada actividad: trabajo, traslado, reuniones sociales, televisión.

2) Identifica las actividades que más tiempo te quitan y cuáles son realmente indispensables.

3) Elimina de tu lista las labores que son menos importantes y conviértelas en tiempo para tu hijo.

4) Establece un tiempo fijo de convivencia familiar. Por ejemplo, podría ser que la comida de los viernes, sábados y domingos, sea para convivir con tu hijo o hijos. Debes respetar ese tiempo y considerarlo como una promesa irrompible.

5) Involúcrate en sus actividades. Si sabes que le gusta dibujar, exprésale lo mucho que te agradan sus pinturas y de vez en cuando siéntate con él o ella a garabatear hojas.

6) Aprovecha cada momento. A la hora del desayuno no corras, siéntate con tu hijo o hija e inicia una charla de acuerdo a su edad; demuéstrale que te interesas por sus actividades del día. Si es un bebé, puede disfrutar de tu compañía si le cantas o le platicas.

7) Si te encuentras en el trabajo o de viaje, llámales por teléfono tantas veces puedas. Hazles sentir que aunque estás lejos de ellos, los tienes presentes en todo momento.

8) Al dejarlo al cuidado de otra persona, procura saber qué actividades hará tu hijo, o bien, organiza su horario, así se mantendrá ocupado, se sentirá útil y no pensará que lo has dejado. Asígnale tareas y destaca los logros que obtenga de ellas. Eso elevará su autoestima.

9) Evita llevar trabajo a casa, recuerda que una vez que estés con tu hijo, el tiempo es sólo para él. Es muy cierta la sentencia de que ningún éxito en el trabajo justifica un fracaso en casa.

10) Durante el trayecto de tu trabajo a tu casa, relájate y olvídate de los problemas laborales, verás que al llegar a tu hogar gozarás de la presencia de tu hijo.

11) Incluye al niño o a la niña en las labores del hogar. Asígnale pequeñas tareas que vayan de acuerdo con su edad, como guardar sus juguetes o doblar su ropa. Ellos lo verán como un juego y disfrutarán el ayudarte.

12) Haz del televisor tu aliado, no lo conviertas en niñera. Sentarse de vez en cuando a ver televisión con tu hijo o hija y explicarle el programa que han visto le ayudará a comprender su entorno.

13) Si llegas en la noche y aún no se ha dormido, léele un cuento, fomentarás su imaginación y te acercarás mucho a él.

Quiero

 

Quiero que me oigas sin juzgarme

Quiero que opines sin aconsejarme

Quiero que confíes en mí sin exigirme

Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí

Quiero que me cuides sin anularme

Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí

Quiero que me abraces sin asfixiarme

Quiero que me animes sin empujarme

Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí

Quiero que me protejas sin mentiras

Quiero que te acerques sin invadirme

Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten

Que las aceptes y no pretendas cambiarlas

Quiero que sepas... que puedes contar conmigo… Sin condiciones.

 

—Jorge Bucay

 

 

 

 

 

 

 

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