Edwards Deming, el padre de la calidad, realizó una serie de aportaciones a mediados del siglo pasado, todas ellas encaminadas a crear una nueva filosofía para las empresas, en pro de su calidad. Las utilidades son la consecuencia de una visión diferente para el negocio.

Muchos de los principios de Deming, son aplicables a la vida personal y traen grandes beneficios a la salud física, mental y emocional.  Aquí rescato los primeros siete de ellos, para ser adoptados en nuestra vida:

Crear constancia. En el ámbito empresarial esto va dirigido a la mejora de productos y servicios, pero si lo aplicamos a cualquier cosa que nos propongamos para estar mejor, es altamente recomendable: hacer ejercicio con constancia, leer con constancia, comer saludablemente, con constancia…es decir, que nada es milagroso, los cambios se notan con constancia.

Adoptar una nueva filosofía. Si detectamos fallas en los principios que hasta ahora nos han guiado, siempre es momento de hacer un alto y cambiar el rumbo. La filosofía debe contener los valores que den sentido a nuestra vida y nos ayuden a enfrentar la adversidad con entereza.

Abandonar la inspección masiva. Dejemos esta idea de controlarlo todo y en todo momento. Si educamos correctamente a nuestros hijos, hay que aprender a confiar en ellos y en sus decisiones; si amamos a nuestra pareja, ¿para qué revisar su celular o sus redes sociales? ¿creemos o no en nuestro compañero de vida? Si hay alguien que nos apoya en casa, ¿para qué revisar centímetro a centímetro de cada habitación? ¿Dudas de que las tareas estén bien hechas?; es mejor capacitarla y sentirse feliz de contar con alguien que nos ayude.

No basar las compras en el precio. Sabemos que éste no siempre es el mejor indicador. ¡Cuántas veces no nos arrepentimos por haber adquirido algo porque estaba de oferta! Establezcamos prioridades para alejarnos del consumismo y compremos lo que verdaderamente necesitamos o deseamos sin caer en la tentación de gastar por gastar.

Mejora continua. Si hacemos lo que hacemos de manera correcta, ¡bien!, hay que felicitarnos por ello y nunca perder de vista que somos eternamente perfectibles; siempre habrá forma de hacerlo mejor. Agreguemos valor a nuestra vida.

Formación constante. El tiempo de escuela no es el único para aprender. La vida nos da grandes lecciones si sabemos capitalizarlas y también existen múltiples alternativas para prepararnos constantemente: cursos en línea, presenciales, webinars, videoconferencias, libros…en fin, todo un océano de posibilidades para alimentar al cerebro y tenerlo siempre creando.

Implantar el liderazgo, sí, el liderazgo de nuestra propia vida. Descubrir nuestros talentos, habilidades y conocimientos para tomar el timón del barco y conducir nuestro destino exactamente hasta donde nos lo hayamos propuesto. La decisión está en cada uno de nosotros.

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