LA TRAVESÍA INTERNA DE SER MUJER

Por: Alejandra Buggs Lomelí*

Cimacnoticias | México, DF.- 26/02/2013

A partir de los diferentes temas que he abordado, podemos darnos cuenta que para las mujeres no ha sido nada fácil vivir  y ser parte de una sociedad patriarcal.
 
En esta ocasión pretendo que reflexionemos o al menos nos cuestionemos acerca de las implicaciones emocionales que tiene para las mujeres vivir en una sociedad basada en un sistema patriarcal.
 
Recordemos que el término patriarcado históricamente ha sido utilizado para designar un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, dueño del patrimonio, del que forman parte hijas e hijos, la esposa y los bienes.
 
Como contraparte de esta estructura surge el feminismo en un intento por lograr la igualdad para las mujeres en todos los contextos.
 
El feminismo es ya un movimiento social y una postura ética que tiene como finalidad acabar con desigualdades y discriminaciones hacia las mujeres que se manifiestan en las diferentes sociedades.
 
Por tanto, feminismo es más un estilo de vida que busca un Derecho Humano fundamental que nos incluya tanto a las mujeres como a los hombres.
 
Sin embargo, aún con lo logrado a lo largo de los años gracias a una gran cantidad de mujeres excepcionales que incluso han perdido la vida en esta lucha por la igualdad, nuestra sociedad  sigue siendo machista, colocando a las mujeres sólo en el rol social de esposa, madre y cuidadora de las y los demás.
 
Detengámonos un momento a reflexionar cómo hemos hecho las mujeres para sobrevivir en una sociedad basada en la desigualdad de oportunidades por nuestra condición de género, y cuáles son las consecuencias emocionales que sufrimos al “adaptarnos” a ella.
 
Para empezar, las mujeres hemos pasado gran parte de nuestra vida buscando el reconocimiento afuera, por ejemplo: de nuestra madre, de nuestro padre, de hijas e hijos, de la pareja y de nuestras amistades, creyendo que nuestra autoestima depende de lo que las y los demás piensen y digan de nosotras.
 
Cuando tomamos conciencia de los costos emocionales que implica abandonar nuestra esencia para sobrevivir en una sociedad machista, experimentamos una crisis que puede convertirse en una oportunidad para empezar el cambio.
 
Un cambio para dar lugar a nuestra verdadera naturaleza como mujeres, recuperando nuestro valor y sanando las heridas de lo que dejamos de ser para insertarnos en el modelo masculino y  poder sobrevivir.
 
A través de lo que he escuchado en muchas de mis consultantes y por experiencia propia, he comprobado que esta toma de conciencia aparece en algunas mujeres entre los 30 y 60 años que es cuando empezamos a dimensionar todo lo que hemos comprometido y perdido de nuestras vidas por seguir un modelo patriarcal que nos obliga a negar lo que en realidad somos.
 
A partir de esta introspección o travesía interna que nadie puede hacer por nosotras, nuestra única guía será nuestra voz interior y la validación que le demos a nuestra energía femenina.
 
Esta travesía es un recorrido psicoemocional que nos permitirá integrar todas las partes de nuestra naturaleza femenina.
 
Aunque este recorrido es todo un reto, también es una gran oportunidad para revisarnos y reconocer la forma en que nos escindimos de nuestra naturaleza femenina en un esfuerzo por ser aceptadas dentro de la sociedad patriarcal.
 
Esta división comienza con el alejamiento y rechazo de lo femenino, que generalmente se manifiesta en un alejamiento y ruptura emocional y/o física con la madre y nos introducimos en el mundo masculino para conseguir lo que esta cultura patriarcal nos ofrece falsamente como valioso.
 
Esta entrada al mundo masculino trae consigo fuertes consecuencias emocionales en las mujeres como: baja autoestima, depresión, miedo a la soledad, ausencia o abandono de un proyecto de vida, temor a la libertad, dependencia emocional, sensación de inadecuación, insatisfacción constante con el propio cuerpo, y sentimiento de vulnerabilidad.
 
Darnos cuenta de todo lo que perdemos nos permitirá comenzar poco a poco a curar la herida que nos ocasionó la separación de nuestro universo femenino.
 
A este proceso Maureen Murdock** lo llama sanación de la herida madre/hija, sin embargo, desde mi punto de vista es un proceso que va más allá del hecho de recuperar la relación con nuestras madres.
 
Ya que implica establecer una relación personal y profunda con nosotras mismas comprometiéndonos a cuidarnos, nutrirnos, conectarnos con nuestra creatividad, nuestra capacidad para amarnos, nuestra sexualidad y nuestro sentido del humor, una vez iniciada esta travesía interna.
 
www.saludmentalygenero.com.mx
 
**Autora de “El viaje heroico de la mujer”. Gaia Ediciones, 1999.
*Psicóloga clínica, psicoterapeuta humanista existencial, especialista en Estudios de Género y directora del Centro de Salud Mental y Género.

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Comentarios

  • Gracias por el artículo. =)
  • buenas tardes:

    considero que mucho hay que hacer para romper con la cadena machista, y un compromiso para aspirar a un cambio en nuestra sociedad, la educacion de nuestros hijos es un granito de arena que podemos aportar, asi como el respeto y el impuso con nuestras parejas.

    saludos

     

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