LA ANCIANA.

Foto de Luis Paulo Agostini.

"La Anciana"

Una mujer vieja y frágil fue a vivir con su hijo, nuera, y su nieto de 4 años.
Las manos de la vieja mujer temblaban, la vista estaba nublada, y su paso era lento.

La familia comía en la mesa, pero las manos temblorosas de la anciana y su visión fallida le hacían difícil el acto de comer.
Las arvejas rodaban hacia el suelo. Cuando tomó su copa, derramó la leche en el mantel y el desorden irritó fuertemente a su hijo y a su nuera.

- “Tenemos que hacer algo con la abuela”, dijo el hijo.
- “Ya tuvimos bastante leche derramada, además de escucharla comer ruidosamente y tirar mucha comida al suelo”.

Así, el marido y su esposa prepararon una mesa pequeña en un rincón de la sala. Allí la abuela comía sola, mientras que el resto de la familia disfrutaba de la cena.
Desde que la abuela había roto uno o dos platos, le servían la comida en una tabla de madera.Cuando la familia la miraba de reojo, a veces percibían una lágrima en sus ojos por estar sola.

Aún así, las únicas palabras que la pareja le dirigía eran advertencias acentuadas, cuando volcaba un vaso o tiraba comida.

El nieto de 4 años, que miraba todo, cierta noche antes de la cena, jugaba en el suelo con artefactos de madera.

El padre, mirando que su hijo estaba jugando en el suelo solito, le preguntó:- ¿Qué estás haciendo?

Y el niño respondió:- Oh, estoy fabricando una tabla para que mamá y vos coman su comida cuando yo crezca.

Porque se les juzgará de la misma manera que ustedes juzguen a los demás. Con la misma medida que ustedes midan a los demás, Dios los medirá a ustedes. 

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