Decía Erich Fromm que “el amor es una acción, que sólo puede realizarse en la libertad y jamás como resultado de una compulsión”. Con este concepto empieza su obra “El arte de amar” un libro extraordinario que busca de explicar si el amor es o no es un arte.

 

Hay para quienes el amor puede ser una casualidad. Para otros una experiencia, quizás hasta una cuestión de azar, un deleite, un regalo que nos da la vida. Lo cierto es que todos los seres humanos estamos sedientos de amor. Por desgracia, la mayoría de las personas se  concentran  en ser amados más que en amar. Y es ahí en donde radica el dilema. Porque el verdadero amor se basa en el conocimiento y el esfuerzo.

 

Cuando una persona se enfoca exclusivamente en recibir amor, siempre buscará la manera de conseguirlo. Los hombres se dedican a tener éxito, dinero, desean ser poderosos para ser respetados.

 

Las mujeres por su parte lo hacen a través de la apariencia y de la belleza física. El cuidado del cuerpo, la ropa entre otras cosas.

 

Ambos con un único fin, ser amados, sin darse cuenta de que la mejor forma de enfocar nuestra energía no esta en ser amados, sino en amar.

 

Y como cualquier arte, primero hay que aprenderlo desde la teoría y después llevarlo a la práctica.

 

El ser humano desde que nace hasta la edad de ocho o nueve años siempre esta enfocado en recibir amor, nunca a darlo.

 

Y es a partir de esta edad que el niño comienza a hacer cosas para mostrar cierto cariño, amor a sus padres o a las personas que lo rodean. Comienza dejar de recibir amor para también aprender a darlo.

 

Dar es más satisfactorio que recibir. Amar, es más importante que ser amado. En el momento que una persona puede amar de verdad a otra, es porque ha logrado salir de su narcisismo y se da la oportunidad de dejar de vivir alrededor de si mismo, de su egocentrismo.

 

Así es queridos lectores, cuando una persona empieza a brindar amor a otro deja de generar una dependencia, y empieza a sentir la potencia de dar amor.

 

En otras palabras, según Fromm el amor infantil es aquel que se basa en el principio de “amo porque me aman”. El amor maduro, es capaz de ubicar “me aman porque amo” sabiendo que el amor es una consecuencia.

 

Cuando una persona te dice que te ama, pero te maltrata, te hiere, o te agrede,  es que no te ama. Ese tipo de relación se transforma en una relación inmadura que se basa en el principio de “te amo porque te necesito”.

 

Por el contrario, cuando una relación es sana, cambia la formulación y se refina el sentimiento cuando se logra afirmar: “te necesito porque te amo”.

 

A fin de cuentas, “el amor es una experiencia individual, única e irrepetible” por lo que no existen recetas. Es como el arte. Se basa en el sentimiento del artista, en su expresión personal, sin embargo, se requiere de ciertas prácticas para lograr una obra completa. Así es el amor.

 

Así como en el arte se requiere de disciplina para consolidar una obra, en la vida hay que amar con disciplina.

 

Hoy en día concentrarse en hacer una sola actividad es muy difícil, se lee, se escribe, se llama por teléfono, se responde un mail, todo al mismo tiempo. Para poder amar verdaderamente hay que concentrarse en ello. Tomarte su tiempo para estar a solas, para pensar, para estar con el otro para brindarle cariño.

 

Paciencia. Bendita paciencia. Sin ella no hay nada, ni obra, ni arte, ni amor verdadero.

 

Para dominar el arte lo más importante es la pasión por el arte mismo.

 

Para ser amado de verdad. Primero hay que aprender a amar.

 

Por Erika Araujo.

Cineasta y Filósofa.

 

 

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