HONRARÁS A TU MADRE: Madres olvidadas por hijos ingratos



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A ti madre, ejemplo y pilar de mi vida, fortaleza y refugio para mis pesares, dicha y esperanza en mis sueños...gracias por tu amor, por tu apoyo, por tus enseñanzas, pero sobre todo, por mantener vivo el lazo de amor entre ambas,... Y porque he aprendido que el tiempo apremia, no quiero dejar pasar  un solo instante sin  reiterarte ¡¡GRACIAS POR TU AMOROSA PRESENCIA!!
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Madre, solo hay una 

Una madre es donde comienza la vida, quien nos resguarda en su vientre mientras nos formamos y crecemos, hasta que estamos listos para salir al mundo.  Es ella quien satisface, por un largo tiempo, nuestras necesidades; nos alimenta, cuida, educa y, además, nos ama incondicionalmente durante toda su vida.  Como hijos esperamos de ella el apoyo, el cariño y la comprensión; que entienda, escuche y hasta que adivine lo que nos pasa, lo que queremos o lo que sentimos; que nos de soluciones sin equivocarse y que sea lo suficientemente inteligente para saber hasta cuando dejar de intervenir en nuestra vida. 

No hay duda, el mayor valor que una madre puede tener es su entrega incondicional y absoluta. Generalmente, nunca espera nada a cambio del amor, comprensión y fortaleza que nos brinda en cada una de las etapas de nuestras vidas. 
Pero ¿acaso los hijos devolvemos un poco a todo eso que nos ha dado? 
El próximo 10 de mayo en México se celebra una fecha muy significativa, el Día de la Madre, y es por eso que en esta ocasión deseo dedicar este artículo a todas y cada una de esas invaluables mujeres: las madres. 


Muchas hemos tenido la dicha y el don de otorgar vida, de dar a luz a pequeños seres concebidos con amor, pero también existen otras madres que, sin haber engendrado biológicamente, portan dignamente el título de madres.  Asimismo, hay madres de diversos tipos: madres que se dedican al hogar, las que tienen que salir a trabajar por necesidad o porque desean desarrollarse profesionalmente; las que han dejado sus sueños a un lado para convertirse en cuidadoras absolutas de sus vástagos, las independientes, las madres solteras, las emprendedoras, las abandonadas por sus maridos, las exitosas,  las abnegadas ….en fin, a todas ellas:


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Excepcionales y maravillosas madres:  
Siempre es tiempo de agradecerles lo que han hecho con amor y por amor, y para expresarles el orgullo que sentimos por tenerlas como valiosos e indispensables modelos de la maternidad. 


No obstante, con suma tristeza debemos aceptar que hay madres que han sido olvidadas, pues no todos los hijos piensan así, o bien,  son incapaces de demostrar algo de respeto y consideración... aún cuando todavía,  están a tiempo de hacerlo.
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Hoy quiero dirigirme, muy especialmente, a las madres olvidadas, a las que por azares de destino, hemos tenido que sufrir la frialdad, la indiferencia y la ingratitud de nuestros propios hijos. Sí, esos seres que  cuidamos, protegimos y por quienes nos sacrificamos durante muchos años desde que nacieron, al crecer optaron por alejarse,  por abandonar a su suerte a quienes les dieron la vida, dejando una amarga sensación de vacío y soledad.  q


Dolorosamente,  las madres olvidadas hemos tenido que aprender  a vivir solo con el recuerdo, cada día más borroso, de aquellos días felices, marcados por la entrega  de  incalculables dosis de amor incondicional. 


Antes de profundizar un poco más sobre la ingratitud que muchos hijos demuestran a las mujeres que los forjaron, deseo hacer un sincero reconocimiento a todas las madres, y como un pequeño homenaje, compartiré una reflexión sobre el significado de la maternidad. La autora, la conocida y brillante escritora chilena Isabel Allende, expresa con su peculiar estilo poético, lo que es… 

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SER MADRE

“Por culpa del azar o de un desliz, cualquier mujer puede convertirse en madre. 
Dios la ha dotado a mansalva del “instinto maternal” con la finalidad de preservar la especie. 
Si no fuera por eso, lo que ella haría al ver a esa criatura minúscula, arrugada y chillona, sería arrojarla a la basura. 
Pero gracias al “instinto maternal” la mira embobada, la encuentra preciosa y se dispone a cuidarla gratis hasta que cumpla por lo menos 21 años. 
Ser madre es considerar que es mucho más noble sonar narices y lavar pañales, que terminar los estudios, triunfar en una carrera o mantenerse delgada.
Es ejercer la vocación sin descanso, siempre con la cantaleta de que se laven los dientes, se acuesten temprano, saquen buenas notas, no fumen, tomen leche…
Es preocuparse de las vacunas, la limpieza de las orejas, los estudios, las palabrotas, los novios y las novias; sin ofenderse cuando la mandan a callar o le tiran la puerta en las narices, porque no están en nada.. 
Es quedarse desvelada esperando que vuelva la hija de la fiesta y, cuando llega hacerse la dormida para no fastidiar. 
Es temblar cuando el hijo aprende a manejar, anda en moto, se afeita, se enamora, presenta exámenes o le sacan las amígdalas.
Es llorar cuando ve a los niños contentos y apretar los dientes y sonreír cuando los ve sufriendo. 
Es servir de niñera, maestra, chofer, cocinera, lavandera, médico, policía, confesor y mecánico, sin cobrar sueldo alguno. 
Es entregar su amor y su tiempo sin esperar que se lo agradezcan. Es decir que “son cosas de la edad” cuando la mandan al carrizo. 
Madre es alguien que nos quiere y nos cuida todos los días de su vida y que llora de emoción porque uno se acuerda de ella una vez al año: el Día de la Madre. 
El peor defecto que tienen las madres es que se mueren antes de que uno alcance a retribuirles parte de lo que han hecho. 
Lo dejan a uno desvalido, culpable e irremisiblemente huérfano. 
Por suerte hay una sola. Porque nadie aguantaría el dolor de perderla dos veces.” 

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El texto anterior encierra los valores fundamentales que toda madre posee y, aunque no resulta fácil, podemos resaltar en cuatro puntos los atributos que hacen a las madres únicas e irremplazables: Una madre es comprensión, responsabilidad, paciencia y amor.

Honra a tu padre  y a tu madre
"Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar"
(Ex 20, 12). 

Este es el primer mandamiento con promesa. Está en vigencia para los niños y los jóvenes, para los adultos y los ancianos. No hay época en la vida en que los hijos estén excusados de honrar a sus padres, ni está sujeto a condición alguna...es un decreto. 

Creyentes o no, es una verdad innegable que tanto a los padres como a  las madres, les debemos respeto, atención, agradecimiento, consideración y amor. 
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Hay que reconocer que existen hijos buenos, honorables, respetuosos, que dan la vida por salvar a sus madres de cualquier grave enfermedad  o riesgo posible. Hijos preocupados que jamás abandonarían a su suerte a quien los engendró y cuidó, que llaman a sus progenitoras todos los días, sin importar la distancia, o bien, que ayudan económica y afectivamente a quienes le dieron el ser. 
No obstante, este es un artículo sobre los hijos que han perdido el rumbo, los que han alimentado su soberbia, a través del egoísmo y la ingratitud.  Es una lástima tener que escribir  acerca de un tema tan escabroso y frío como este, pero es necesario reconocer el valor que todas las madres tenemos, incluso,  las que  padecemos de la ingratitud de los hijos.

" Digo madre, 
Y una lágrima de impotencia humedece mis ojos,
Un dolor agudo me oprime lo más hondo del pecho, 
Una nube de angustia cubre mi rostro,
Una corriente helada me estremece hasta los huesos, 
Un sabor amargo sube a mi boca desierta… 
¡Es la culpa!, que se aloja en mi conciencia. "


 Se ha comprobado que existen: 

- Hijos que, cuando la madre se enferma, tratan que quitarle lo que tiene, el fruto de esfuerzos, trabajo y sacrificios a lo largo de su vida. 
-Hijos que no les interesa la salud de su madre, más bien desean que acabe de morir, porque la sienten como una carga. 
- Hijos que no se preocupan en saber de su madre, ni estando cerca, ni lejos. Se creen tan independientes o son manipulados por otros seres, que carecen de amor propio y preocupación, volviéndose insensibles ante el dolor materno. 

Sería larga la lista que ejemplifique las actitudes y acciones dolosas, alevosas e inconcebibles que muchos hijos cometen en contra de sus madres.  Inevitablemente,  surgen las siguientes preguntas:
¿Acaso esos hijos piensan que no llegarán a tener descendencia?, ¿qué los impulsa a dejar de visitar a sus madres y expresarles una palabra de aliento y de amor?, ¿Por qué no hacerles una llamada para saber de ellas? ¿Es qué no se ponen en el lugar de las mujeres que les dieron la vida…o es que se han perdido los valores más esenciales como el amor, el respeto y la gratitud? 
Aún tratándose de las mejores madres, las que más han sacrificado por sus hijos, las que más han luchado por darles oportunidades que ellas mismas no tuvieron…  pueden tener hijos muy ingratos. Esforzarse por hacerlo todo bien, es un anhelo imposible. Somos incompletas, tenemos grietas y fallas. Nos equivocamos, nos confundimos, no tenemos todo claro y esa es nuestra realidad. No existe la madre perfecta ni la mujer perfecta, pero cuando se es madre se trata de ser la mejor, y todo el amor que ha sido dado a la mujer, se derrama sobre los hijos. Se trata de que no tengan 
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problemas y se les evita que pasen necesidades. Aunque la madre sea la  que pase por todos los momentos malos, los hijos pasan a ser intocables. Se les mima demasiado, se le consiente tanto que muchas veces se les da sobreprotección. 
Se dice que la ingratitud de los hijos depende mucho de la educación que les hemos dado. Varios especialistas afirman que la sobreprotección a los hijos suele dañarlos severamente. Evitarles el sufrimiento, las carencias o cualquier dificultad que se les presente, a la larga influirá para convertirlos en adolescentes y adultos con un carácter débil, egoísta, indolente, inconsciente y vulnerable.  Es por eso que los hijos deberían saber, que no siempre se les puede dar todo lo que quieren, porque a la larga no sabrán apreciar los sacrificios, y darán por sentado que sólo deben abrir la boca para obtener lo que pretenden. 

Sin embargo, nunca toda la responsabilidad ni toda la culpa son de un tercero, ni siquiera de las madres que los educaron. Incluso, aunque las madres de los hijos ingratos hubiesen sido las peores madres del mundo, mal criadoras o consentidoras, siempre existe la posibilidad del libre albedrío para reaccionar de otra manera. A cierta edad lo que pasa con los hijos es decisión suya. 
9274790296?profile=originalLa ingratitud implica mucho pesar para cualquier persona, sobre todo si viene de un hijo. Las madres siempre están dispuestas a sacrificarlo todo por sus hijas e hijos. Muchas veces trabajando de más, sacrificando comodidad e incluso llegando a sacrificar sueños por ver a sus hijos con algo mejor, con un futuro mejor, o por la sonrisa de un hijo un día cualquiera. 



Resulta duro descubrir que una hija o hijo nos ha olvidado. Duele ver que ahora, personas extrañas son las que están para recoger las lágrimas de esa hija, que son ellos quienes la arropan cuando su mundo se viene abajo, y que no sólo ya no acuda a nuestro regazo para buscar cobijo en esos momentos, sino que tampoco está junto a nosotras cuando sentimos que el nuestro se desvanece. 

Yo, una madre olvidada, pero satisfecha con mi labor
No me considero una víctima, ninguna madre podría pensar así cuando todo lo que se hace por los hijos tiene un valor incalculable, pero tampoco, nadie, puede calificarme como una madre victimaria. Solo deseo compartir esta parte de mi historia, como una experiencia más acerca de este tema. 

- “Quiero volver a sentirme orgullosa de ti, como la madre que fuiste”

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Esta frase, entre otras más, retumbará en mi cabeza y quedará guardada en lo más profundo de mi corazón  hasta el día en que muera. Fueron pronunciadas  por mi hija, justo cuando la situación  entre su padre y yo  se había complicado, ocasionando el derrumbe irremediable de la   familia que habíamos construido para ella.



Cabe mencionar que desde que ella nació, y siendo hija única, mi objetivo primordial siempre fue brindarle lo mejor, aún a costa mía, y pensando que,  quizás, así era mejor madre. Esa forma de vida la fui forjando durante toda su infancia y parte de su adolescencia. 

Los años transcurrieron cuidándola, protegiéndola y haciéndome a un lado, hasta que la vida nos llevó, a su padre y a mí, a tomar decisiones irreversibles: terminar la relación matrimonial. En efecto, mi papel de esposa culminaba, pero supuse que el fuerte vínculo afectivo y emocional que existía entre ambas, entre una madre y su adorada hija, jamás se rompería;  pensé que  ese lazo indestructible podía  superar cualquier  adversidad...pero me equivoqué.

Sé que no fui una madre perfecta, pero ninguna lo es. Cometí errores, tuve fallas y poseo cientos de defectos, pero jamás me propuse herirla intencionalmente.  La vida se trata de querer lo mejor para uno mismo, y esto que parece tan obvio, no lo fue para ella cuando se trató de mi propia búsqueda.  Tal vez fue difícil que lo entendiera debido a que yo nunca estuve dentro de sus prioridades, pues desde antes de que ella se fuera a estudiar al extranjero por un par de años, dedicó su vida a realizar múltiples actividades personales, las cuales yo misma la impulsaba a efectuar, propiciando que se mantuviera ocupada en ella misma, sin que le afectara lo que sucediera alrededor. 



No tuvo límites para desarrollarse ni en el apoyo que siempre le otorgué. Creí que mientras más tuviera e hiciera por ella, más le demostraba mi amor; imaginé que al evitarle sufrimientos o carencias, y facilitándole cualquier cosa que emprendiera,  lograría hacerla más feliz, sin embargo, en realidad solo sembré en el fondo de su corazón, sentimientos de desconsideración, de ingratitud y falta de valores verdaderos. 

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Y las consecuencias no se hicieron esperar. Convenientemente, ella ha ignorado cada gesto de amor y lealtad que recibió de mí…su madre. Le fue muy fácil olvidar los desvelos, los cuidados, las fiestas que cada año, ininterrumpidamente, organicé en su honor, el apoyo y el impulso que le brindé a cada uno de sus planes durante cada etapa de su vida, entre otras cosas.  Pero no se trata  de exponer el trabajo que efectué en bienestar de mi amada hija,  parecería echarle en cara cada una de mis acciones, obligatorias o no, que como madre llevé a cabo. Eso le corresponde recordarlo y valorarlo a ella, pero  es innegable que por bien de ella misma, tome un poco de su tiempo para hacer consciencia y medite  sobre la posición que asumió, y si lo considera necesario,  intente evolucionar como ser humano.  

Jamás podré arrepentirme del amor que le entregué, aunque estoy convencida que no supe demostrarlo de las formas adecuadas. Y la muestra está en que, a pesar de mi labor como madre,  ella eligió alejarse de mí, ¿los motivos? satisfacer y cubrir sus propios intereses  para seguir desarrollándose como siempre lo ha hecho, y eso,  yo no podía proporcionárseloAsí de sencillo. 


Comprendí que a veces, en las relaciones familiares, es mejor poner distancia emocional y, en algunos casos, geográfica, por tiempo indefinido. Lloré lágrimas de sangre para poder entenderlo, pero la vida es un trabajo constante y, muchas veces,  lastimoso.  Por lo tanto, no tuve opción, y preferí darle un ejemplo de fortaleza y de respeto, por lo que acepté su decisión de la forma más digna posible, a pesar de sentir que me había matado en vida. Lo admito, el dolor, la angustia y la decepción invadieron mi alma y mi corazón, pero sigo aquí.



Esa hija que me desechó como un pedazo de papel inservible, debe reconocer que aquello que la impulsó a escoger el rumbo de su vida, optando por permanecer rodeada de privilegios y de comodidades, se debe a la libertad de elección que yo misma le inculqué desde pequeña; pudo decidir libremente, gracias a las premisas que le enseñé acerca de los derechos fundamentales que la "Ley de Vida" establece, como son: la libertad de pensamiento, de acción, de movimiento y de decisión.  Sin embargo, jamás pensé que esos mismos valores y principios que le enseñé, se revirtieran en mi contra y que sufriría en carne propia sus actitudes hirientes, frías, egoístas, omisas  y condenatorias. 

Reconozco que aquella vez, cuando expresó: "Quiero volver a sentirme orgullosa de ti, de la madre que fuiste", me sentí avergonzada, culpable, confundida por haberla afectado con ciertas decisiones que tomé. Sin embargo, a casi dos años de distanciamiento, hoy esa frase me indigna. Mis fallas y determinaciones personales nunca influyeron en mi papel de madre, nunca dejé de serlo, muy a su pesar, así que  no debió  utilizar mis decisiones de mujer,  como estandarte para su conveniencia. La manera de demostrarle mi amor y mi entrega fue incondicional, así que no tengo por qué ofrecer más pruebas de amor de las que ya entregué, para que ella pueda sentirse orgullosa de quien la trajo al mundo. 

Esa frase lacerante que expresó indebidamente, conlleva una gran carga de resentimiento, olvido e ingratitud… Nada de lo que hice fue suficiente para ella, no pude lograr, ni siquiera, un poco de consideración ni de respeto, mucho menos "algo" de orgullo por  mí, a pesar de que  fui yo quien le dio la vida, pero además,  le entregué mi vida misma...

mama28.jpgHoy es una mujer adulta,  y debería analizar quién puede sentirse orgullosa de quién; mejor debería esforzarse para sentir orgullo de sí misma y comenzar a  trabajar desde ahora en perfeccionarse como persona, como profesional, como mujer,  como hija y, en un futuro, como madre. 

Mi abnegación no es ilimitada, aunque mi amor materno si lo es,  pero a la distancia.  Mi postura ante su determinación sigue siendo la misma que al principio: respeto su decisión y, aunque nunca más vuelva a verla, deseo que las pocas enseñanzas que le di sobre fortaleza, valor y coraje, pueda recordarlas y sacarlas de su interior  cuando llegue el momento en que deba enfrentarse a la vida de forma real, y también espero que nunca, nadie, le de la espalda, mucho menos la gente en la que ella confía y a la que ama, porque entonces sabrá del verdadero dolor que causa la soledad, la traición y el remordimiento. 


Si  se ha sentido avergonzada y no ha sido capaz de sentir un poco de orgullo ni de agradecimiento por su madre... ¡no es mi problema!, es solo de ella y tendrá que resolverlo, si es que algún día  desea vivir en paz consigo misma.  Pero eso, yo ya no lo veré.


Dicen que la ingratitud de los hijos tiene efectos kármicos, yo no deseo el mal a nadie, mucho menos a quien nació de mi vientre, quien es carne de mi carne y sangre de sangre….pero tampoco tengo el PODER para evitar que la vida le enseñe lo que debe aprender y que, por lo visto,  no supe transmitirle. 


Lo importante es que hoy puedo decir, con la frente muy en alto, que:  


A PESAR DE TODOS MIS DEFECTOS Y MIS POCAS VIRTUDES, DE MIS ERRORES Y ACIERTOS,  ESTOY MUY ORGULLOSA DE MÍ MISMA, DE LO QUE  FUI, DE LO QUE SOY Y DE LO QUE PUEDO LLEGAR A SER. 


No necesito que nadie, mucho menos una hija ingrata,  sienta orgullo o vergüenza de su propia madre,  tampoco necesito que apruebe mi  proceder o  juzgue mi historia...ya le tocará vivir su propia vida y solo entonces, podrá sentirse orgullosa de sus logros o avergonzada de sus propios fracasos.


Por lo anterior,  puede concluirse que siempre es malo darlo todo y sin medida. No se les puede estar dando todo a los hijos cuando éstos lo quieran, las madres deben enseñarles a valorar las cosas, a valorar el sacrificio que por ellos se hace, a valorar cada cosa que se les da. Los hijos deben de comprender, desde niños, que la vida no es de color rosa y que todo se logra con el sudor de una frente.
Las madres  deben darse a respetar y enseñarles que si la vida les es fácil, es gracias a lo que por ellos se hace y muchas veces por lo mucho que se sacrifica por ellos.

Hay que enseñar a los hijos a ser buenos hijos, no sólo preocuparnos por que tengan estudios y acceso a la universidad. 

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MUJER: 

No hay super mamás ni madres con poderes mágicos, lo que hay son madres amorosas, trabajadoras y dignas de respeto. A los hijos hay que enseñarles a ser responsables. 

 Si eres madre de niños pequeños puede que aún estés a tiempo de cambiar la forma en la que les estás educando.
Pero a las madres que ya están sufriendo el abandono de sus propios hijos, sólo queda decirles que seguramente llegará el día en que sus hijos ingratos se den cuenta de que la madre que tuvieron fue realmente la mejor madre del mundo. Ojalá cuando se den cuenta de ello no sea demasiado tarde.
Si eres una hija, aunque seas ya adulta, y te sientes identificada, entonces posiblemente seas una mujer con suerte porque aún estás a tiempo de acercarte a tu madre, acércate a ella porque tenerla es como tener un pedacito de Dios. 
Si eres hija y aún no eres madre, se buena hija porque seguramente algún día serás madre, y este dolor que tu madre hoy sufre, pudiera ser también tu dolor el día de mañana, y créeme, no es fácil de soportar. 

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NOTA: 
El año pasado publiqué un post titulado:
donde se incluyen frases célebres dedicadas a todas las madres. 


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Comentarios

  • MUJERES: Gracias por sus comentarios. Valoro inmensamente todos y cada uno de ellos. 

    Blanca Eva: Muchas gracias por tus deseos y tus palabras de aliento y esperanza. Espero muy pronto poder escribir una entrada con un final feliz....

    ¡¡GRACIAS!!

  • Desde que vi la entrevista que te realizo Julieta Lujambio procuro leer tus escritos. Te admiro, y estoy totalmente de acuerdo contigo en todo lo que expresas. Creo que tu vida ha sido dura, pero como dices tu, no es tu culpas. Yo estoy convencida que no somos 100%responsables de los actos de nuestros hijos, sobretodo cuando ya don adultos. uno les enseña a valerse por si mismos, y a tomar decisiones, a veces no son las correctas. Confió plenamente en dios y veras que ella recapacitara y volverá a tu lado pues se dará cuenta que cometió un error muy grande. Así pasa, como dice el dicho, nadie sabe el bien que tiene hasta que lo pierde. Un saludo afectuoso
  • Hola Alejandrina, agradezco de todo corazón tus palabras. En realidad escribí con el dolor que me causa esa espina que llevo clavada en lo más profundo de mi alma, pero irónicamente, es esa misma espina la que me impulsa a moverme, a querer seguir adelante, y a reconocerme a mi misma como lo que fui y lo que soy; una madre con defectos pero también con virtudes (como cualquier persona).

    Como madre, no supe ganarme el respeto, la gratitud ni  el cariño de mi hija, pero aún así, solo espero que ella  nunca  sufra el olvido de la gente a la que realmente ama.

    Gracias por tu lindo mensaje, y te mando un fuerte abrazo!!!

  • Hola Sara, al leer tu publicacion se me hizo un nudo en la garganta senti tu dolor como algo propio pero tambien por lo que dejas ver de ti en este relato se que eres alguien muy especial con una gran fortaleza e inmensamente hermosa, espero que algun dia este relato llegue a tu hija y vea realmente a la gran madre que tiene, saludos.

  • Gracias mami, sé que contigo no necesito expresar más, solo reiterarte lo que ya dejé escrito: ¡GRACIAS POR TU AMOROSA PRESENCIA!

  • Sabemos de antemano que todos los días son de la Madre; eso no es exacto y por ese motivo (además de lo comercial) se dedica un Día al Año para conmemorar que tenemos ...MADRE, la mayoría. Crisálida Perenne, hija de mi vida, he leído con at......ención todo tu blog y lo único que te puedo decir es ... que siento mucho el trago amargo por el que estás pasando, más descriptiva no podías ser al explicar al igual que otras madres tu dolor. En mi caso, aunque no lo he pasado lo siento, lo vivo, hasta el fondo de mi ser porque te he visto sufriy (aunque con ese valor tan tuyo) para seguir adelante. Esa es la mejor forma de hacer las cosas "con la frente en alto" pero sobretodo con la ayuda de Dios Nuestro Señor, todo se va arreglando. Sigue adelante, recuerda que tenemos el derecho de caer mil veces, pero la obligación de levantarnos siempre. Estamos a tu lado y te amamos, ¡no estas sola! no lo olvides

    Sarita, con la mano en mi corazón quiero que separ que si yo pudiera hacer algo porque no te sintieras así, lo haría; pero hay cosas que la vida solo puede arreglar, mientra pasa eso te pido tengas fe en Dios Nuestro Señor, sigue adelante, pues ves en tu camino tantas y tantas personas que te han tendido la mano. Sé fuerte como hasta ahora y felicidades por tu desempeño en todo lo que te gusta. Estoy muy orgullosa de tí y te amo.

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