"Escribir es aullar -y hurgar- sin hacer ruido"

Saphia Azzeddine, autora de 'Confesiones a Alá' y 'Mi padre es mujer de la limpieza'

"Escribir es aullar -y hurgar- sin hacer ruido"

14/11/2012 - 00:00

"Escribir es aullar -y hurgar- sin hacer ruido"

Foto: Laura Guerrero

Tengo edad ya de rebelarme con consecuencias al menos literarias. Nací en Agadir y me eduqué en Ginebra. ¿Estado civil? Enamorada. Con Montaigne gozo al fisgar en la trastienda de las personas. Soy de fe musulmana, pero privada: no quiero ser portavoz de ninguna religión


Yo nací en Agadir, en Marruecos y mi padre, como tantos padres marroquíes, estaba obsesionado con darnos estudios.

Una obsesión muy sana.
Papá había nacido y crecido en el puro desierto y, como todas las personas listas que no han tenido educación, valoraba en exceso los títulos de una educación que se puede adquirir de otras muchas formas.

¿En qué sentido?
Nos repetía a mi hermana y a mí que si queríamos "mirar a la gente a los ojos" cuando fuéramos mayores, tendríamos que haber conseguido unos buenos estudios. Él había tenido que bajar los ojos en su vida alguna vez y lo había pasado tan mal que quería ahorrarnos ese mal trago.

Comprensible.
Además sabía del poder de las palabras, porque era un gran contador de historias y sabía que los pequeños detalles descritos con las palabras precisas son la gran literatura.

¿De qué vivían ustedes?
Mi madre era muy buena costurera y enseñó a mi padre el oficio y juntos alcanzaron cierta notoriedad vistiendo a la clientela más distinguida de Ginebra. Vestíamos a varias princesas saudíes, aunque también sufríamos para pagar todas las facturas.

Pasa en las mejores familias.
Pero salíamos adelante y los niños teníamos sensación de más riqueza de la que había.

¿Cómo la conseguían dar sus padres?
Nos vestíamos gratis y como pequeños príncipes, claro. Alta costura.

¿Eso es todo?
Y jamás nos llevaban a malos restaurantes. Nunca fuimos a un McDonald. Mamá decía que era mejor ahorrar e ir a uno bueno al año que gastar en uno malo cada día.

Buena filosofía.
Ese día del restaurante nos arreglábamos con ilusión y semanas antes ya estábamos discutiendo a cuál iríamos ese año.

La ilusión es un gran plato.
Pero si pedíamos algún capricho, lo que hoy sería un iPhone, mamá nos miraba a los ojos y nos decía: "No, querida: no podemos dártelo". Y lo decía con tanta firmeza y seguridad que los niños no insistíamos.

Buena mamá.
Mis padres jamás necesitaron gastarse el dinero que no tenían.

Entonces ya eran ricos.
Y, además mi padre, me enseñó a observar el mundo y a disfrutar explicándolo. Es lo que hice en Confesiones a Alá: iba a un café de Marrakech y allí pasaba la tarde. Me fijaba en una joven puta primeriza.

¿Hablaba con ella?
No, porque hubiera matado el cuento. Simplemente la observaba: su pelo castigado por la intemperie, tal vez de cuidar las cabras, al que pronto le haría mechas...

...
Y sus manos aún eran de pastora, pero su mirada ya acusaba el desengaño del oficio, aunque acabara de empezar en él. Me imaginaba que esa joven puta era yo. Es lo que hago al imaginar personajes y entro en un trance en el que soy ellos a través de su modo de hablar, de sus palabras: su alma.

Sus monólogos son muy creíbles.
Hablo y soy como la suegra más miserable y el peor padre y marido y llego a reírme sola, porque en ese absurdo hay mucha realidad.

Por ejemplo.
El 80 por ciento del tráfico de internet es pornografía. Pienso en todas esas prostitutas rodando películas y en ocho de cada diez maridos viéndolas.

¿Por qué cree que hay tantos?
Ni yo ni nadie quiere ser puta ni que mi hija los sea ni mi madre ni hermanas ni que mis hijos las traten: un trabajo odioso y esclavizante. Pero con toda esa demanda...

¿Propone alternativas?
Que los hombres no busquen una esposa como su madre; que se casen con una mujer y que aprendan a comunicarse con ella hasta que se fundan en una relación placentera.

No sé si es tan fácil.
No tengo soluciones para la prostitución,pero sé que la libertad y, sobre todo, la sinceridad en las relaciones entre hombres y mujeres las dejaría sin trabajo. Esa libertad y esa sinceridad acabarían con esa esclavitud.

Es una idea.
Dejaría de haber tantos hombres que buscan la foto de familia feliz con perro y mamá y suegra, aunque luego necesiten esos servicios. ¿Sabe qué dice el islam del sexo?

¿...?
Que todo está permitido entre dos personas que se quieran.

El islam aquí no se considera liberal.
¡Ah, ya sé lo que piensan! En Francia hay censados doce mil islamistas radicales y más de cinco millones de musulmanes. La inmensa -absoluta- mayoría son tranquilos, pacientes y resignados ciudadanos que pagan sus impuestos y cumplen las leyes.

¿Y usted?
Soy de cultura y fe musulmanes, pero me resisto a ser la portavoz de ninguna religión. Para mí es un asunto privado. Pero me molesta la hipocresía de las relaciones occidentales con el mundo árabe.

¿En qué sentido?
Ese buenismo papanatas que habla de "la primavera árabe"... ¡Pero si sólo ha sido hambre y rabia! "Revolución del jazmín"¡Qué cursilada vagamente oriental! Lo que ha pasado es que millones de árabes estaban hambrientos y reprimidos y hartos. Es muy simple de explicar, pero no ha habido manera de que alguien lo dijera claro.

Alá y la belleza

"Al parecer soy muy guapa, pero lo desconozco. Me importa un comino ser guapa o no. Soy pobre y vivo en el culo del mundo. Con mi padre, mi madre, mis cuatro hermanos y tres hermanas. Los pobres follamos como animales simplemente porque es gratis. (...) Aquí no sabemos distinguir lo bello de lo que no lo es. Mi padre sería incapaz de deciros si soy guapa; tampoco mi madre. Más bien dirían de mí algo como: '¡Jbara es una niña muy trabajadora!'(...) Puesto que no hay nada en Tafafilt, me consuelo pensando que Alá no lo ve... Con un poco de suerte. Él no está aquí aunque esté en todos lados. ¿Cómo reprochar a Dios que aparte la mirada de este muladar? (de Confesiones a Alá).



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