¿ES POSIBLE ENTENDER A UNA MUJER?

Hay hombres que llegan a convencerse de que resulta imposible entender a una mujer, especialmente en ciertos momentos. Otros, por el contrario, alardean de conocerlas muy bien. Aunque tiende a ocurrir que son precisamente estos últimos quienes terminan siendo manejados por algunas mujeres porque, cuando ellos están convencidos de saber por dónde y hacia dónde van, ellas se encuentran ya de regreso. Recuerdo el caso de un ejecutivo de ventas que conoció a una mujer muy atractiva, en la oficina de un buen cliente. Inmediatamente se sintió seducido y fue buscando la forma de aproximarse a ella. Logró finalmente que aceptara una invitación a comer, con la excusa de una oportunidad de negocio para ella. Él estaba entusiasmado y se sentía orgulloso por la habilidad con que logró su objetivo. Así me lo confesó en aquel momento. Pero quería moverse con precaución, para no poner en riesgo las operaciones comerciales que mantenía con la corporación en la que ella trabajaba, en un puesto de cierta relevancia. El caso es que siguió progresando con éxito, se ganó la confianza de ella y concluyó que había llegado el momento de lograr una mayor intimidad. Cuidando que sus acciones y propuestas fueran siempre las de un caballero, le propuso matrimonio con el fin de facilitar los trámites para la ciudadanía de ella, puesto que era extranjera y dependía de visados temporales. Tras pensárselo un par de días, ella aceptó y anunciaron el compromiso. Las mieles del paraíso quedaron al alcance de su mano. Se sentía poderoso y feliz. Sus negocios también se potenciaron con la unión. Ella encontró un lugar magnífico para fijar la residencia conyugal. Además de su belleza, demostró que su inteligencia era su verdadero don. Él estaba convencido de haber encontrado la mujer perfecta.
Un par de años después de la boda se produjo un cambio inesperado. Él se había centrado en su hogar para evitar los celos de su encantadora esposa. Todo se le hacía poco para complacerla. Pero las empresas que competían en su misma área de negocios generaron nuevas estrategias y nuestro amigo perdió gran parte de sus clientes. Los ingresos se redujeron mucho. Sin embargo, él pensaba que el dinero no importaba mientras conservara su hogar. Su amor, como cada noche se repetían, estaba por encima de todo. Ella también había dejado la empresa en la que trabajaba para que no la acusaran de trato privilegiado a los intereses de su marido. Así pasaron otro año y fueron generándose deudas, que esperaban cubrir cuando las ventas remontaran. Pero no remontaron y llegaron a una situación crítica. Ella entonces recuperó parte de sus contactos y comenzó a trabajar en otra ciudad. Él se quedó con la casa, las deudas y algunos clientes que también habían reducido los pedidos por limitaciones de presupuesto. Cuando él le pidió a ella colaboración económica para afrontar las deudas, su adorada esposa respondió que sus gastos de mantenimiento en la nueva ciudad también eran elevados y que lo mejor sería que él dejara la casa para sanear su economía. Meses después ella le confesó, con el corazón desgarrado, que se había enamorado de otro hombre y que lo mejor sería divorciarse para que él también pudiera encontrar a otra mujer, ya que sus caminos, debido a las circunstancias, habían tomado diferentes rumbos. Él se sumió en una depresión y así llegó a perder todos sus clientes.
Tras considerar el caso del ejecutivo de ventas que se sintió engañado y destrozado por la "mujer perfecta", conviene reflexionar sobre algunos puntos para evitar la "bola de nieve" de los prejuicios, acusaciones y desastres de los habituales desencuentros entre hombres y mujeres. En primer lugar, nuestro estilo de vida actual nos lleva a generar una gran dependencia del dinero. Cuando lo tenemos en abundancia todo está bien y nos permitimos ser generosos. Pero cuando escasea entramos en pánico y podemos traicionar o traicionarnos, tratando de sobrevivir desde un instinto completamente egocéntrico. Esto mismo ha de llevarnos a la urgente necesidad de entendernos en esta trampa paranoica y poner remedios, antes de que sea demasiado tarde. Hay quienes han llegado a decir que por ello son buenas las guerras o los desastres naturales: cuando nos quedamos sin nada valoramos con claridad el sentido de la ayuda mutua, el cariño y la entrega incondicional, ante la sombra de la muerte. Sinceramente espero que no sea necesario llegar a tales extremos para descubrir los auténticos valores, lo que de verdad es importante en la vida. Y a la hora de relacionarnos con nosotros mismos y con los demás, ya se trate de hombres o de mujeres, sería bueno que dejáramos de buscar personas perfectas que nos lleven al paraíso, para descubrir con paciencia y humildad a quienes están dispuestos a caminar a nuestro lado con sinceridad, afecto y tolerancia. En este "caminar juntos" desde la humilde necesidad de apoyo mutuo lograremos, como ya hicimos antes, construir un mundo, nuestro pequeño o gran mundo, cada día mejor.
Como ya vimos, no resulta conveniente buscar personas perfectas en las relaciones porque tal orientación nos lleva a experimentar la desilusión y la frustración. Los procesos que vivimos en nuestras relaciones son complejos, esencialmente cuando se mezclan necesidades afectivas, intereses financieros, sociales y deseos sexuales. Conviene tener paciencia para poder construir un hogar o aquella forma de vínculo que, de una u otra forma, todos deseamos. Pero en tales procesos resulta igualmente importante saber cuáles son los límites para las relaciones saludables y qué síntomas nos pueden ayudar a considerar la necesidad de un cambio o de ayuda externa, por parte de una persona especializada, antes de meternos en el "infierno". Muchas veces, las rupturas o guerras en las parejas llegan cuando no hemos visto a tiempo esos síntomas o no hemos actuado adecuadamente en el momento oportuno. Por ello mismo pasaremos a considerar las situaciones y estados de ánimo que se generan en nuestras relaciones, en los límites de lo saludable, para saber cuándo es el momento más adecuado para evitar que las dificultades aumenten y se conviertan en heridas difíciles de sanar.
En todas las parejas suelen producirse pequeñas frustraciones o insatisfacciones por deseos o fantasías no realizadas, a veces porque no se llegan a expresar y por ello resultan imposibles de satisfacer. Es difícil llegar a comunicar nuestros auténticos deseos con la delicadeza y naturalidad suficiente. A veces se convierten en imposiciones un tanto agresivas que generan malestar y otras en sugerencias tan tímidas que no producen el efecto deseado. En los primeros tiempos, cuando aún conservamos grandes dosis de entusiasmo, preferimos justificar y dejar pasar tales "pequeñas cosas", si realmente son pequeñas, cuando no nos ofenden o hieren de forma clara. Pero, con el tiempo, la acumulación de esas "pequeñas cosas" puede llegar a convertirse en intolerable, dando lugar a una reacción inesperada. Esas pequeñas frustraciones se van acumulando en las dos partes, en cada integrante de la pareja, cuando nacen de la timidez. Por esta vía se llega a la pérdida de ilusión o cansancio. Cuando se trata de situaciones en las que una parte impone su voluntad o deseos a la otra sin escuchar su opinión, sugerencias o propios gustos, entonces la frustración se acumula sólo en quien otorga y calla, dando lugar a un rencor encubierto y un aumento de las exigencias o actitudes de imposición en la otra parte. Si en la pareja se producen situaciones de este tipo, es muy importante manifestarlo cuanto antes y buscar ayuda para aprender a comunicarse con delicadeza y sinceridad, antes de que las frustraciones den lugar a cualquier tipo de estallido físico o emocional. Estos estallidos aparecen en forma de discusiones por cosas sin importancia, de forma aislada, hasta que llegan a convertirse en habituales y aumentan en gravedad.
Después de algunos años de relaciones poco estimulantes, encontró al fin a una mujer que lo hacía vibrar con la pasión y el hechizo del enamoramiento. Comenzó a sentirse nuevamente en la adolescencia y se propuso hacer todo lo que estuviera en su mano por cuidar la relación. Por ello mismo se olvidó de sus propios deseos para centrarse plenamente en la satisfacción de los de ella. Buscó los recursos necesarios para que ella gozara de ese viaje, comida, ropa, joyas o productos de belleza por los que expresara el más mínimo interés. Él era un hombre sencillo que no necesitaba de lujos y alardes. Pero se sentía feliz viéndola a ella disfrutar. Así se lo decía a todos sus amigos. Y procuraba convertir cada regalo en una mágica sorpresa. En sus relaciones íntimas siguió conservando el mismo patrón de conducta. Antes de buscar su propia satisfacción, se esforzaba por conseguir que ella tuviera no uno sino muchos orgasmos. Así pasaron los primeros dos años. Y aunque se sentía feliz, sintió que algo comenzó a cambiar. Pero no sabía qué era. Poco a poco fue perdiendo ilusión, procurando que ella no lo notara. Porque ella seguía siendo el centro de su vida. Él abandonó sus antiguas amistades, redujo al mínimo su actividad profesional para centrarse en ella y sólo en ella. Hasta que su enamorada comenzó a notar también el cambio y se lo reprochó. Estaba convencida de que ya no sentía la misma ilusión porque había encontrado a otra mujer. Aquellos celos no tenían ningún fundamento. Él se sintió muy herido e incomprendido y comenzaron los reproches. A partir de entonces, comenzó a pensar que ella era muy injusta porque él lo dejó todo, renunció a su propia satisfacción sexual y ahora sentía que todo su esfuerzo había sido en vano. No podía luchar contra aquellos celos irracionales y comenzó a considerarla como una mujer enferma. Ese fue el principio del fin. Cuando rebosó la "bolsa" de las frustraciones se activó un volcán incontrolable. En pocos días pasó de vivir en lo que él creía que era el cielo a lo que estaba convencido de que era realmente el infierno. En ese momento, por fortuna, buscó ayuda y se pudo resolver la situación.

Juan Antonio López Benedí Ph.D.

juanbenedi@gmail.com

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