uNA DISCULPA POR LA INCOSISTENCIA EN MIS TRABAJOS, COMO TODO EN LA VIDA ME HA PASADO DE TODO, Y EN ESTE ARTÍCULO ES EL COMPLEMENTO DEL CARTÓN ANTERIOR (ARMANDO HOYOS)ESPERO LES GUSTE SE ME HIZO MUY INTERESANTE.POR OTRO LADO APROVECHO EL COMERCIAL PARA COMPARTIRLES CHICAS HERMOSASMI PUBLICACIÓN EN LA REVISTA ALGARABIA NO. 70 EN LA SECCIÓN DE ARTE CON EL ARTÍCULO :LA TROVA CUBANA, ESPEO LES GUSTE YA QUE LO HICE EN GRAN PARTE POR USTEDES QUE ME DIERON CONFIANZA Y ALEGRIA!!!, ADQUIERANLA LES VA A GUSTAR!!!ESTÁ EN CHINOLo prohibido —segunda de dos partes—por María del Pilar Montes de Oca SiciliaEn el número anterior, hablamos del tabú lingüístico, que tiene que ver con lo que no se menciona o eufemiza, y además conforma la capa más superficial —y a la vez más profunda— de lo que pensamos prohibido. Abundemos en cómo lo que decimos —y, sobre todo, lo que no decimos— denota nuestras concepciones sobre lo prohibido.En la palabra está el goceEl tabú lingüístico no podría considerarse propiamente un tabú en sí, sino la representación del tabú mismo: es decir es la parte más superficial y también la más categórica, porque a través de la lengua se vislumbra y se hace patente el inconsciente particular o colectivo de la comunidad que estigmatiza lo que considera prohibido. Ahí donde la palabra es la cosa misma y no se separa de ella, las palabras tienen poder sobre la cosa que designan, sobre quien las dice e incluso sobre quien las oye, como Borges confirma: «Si como el griego afirma en el Cratilo, el nombre es arquetipo de la cosa, en el nombre rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo».Es por ello que en muchas y variadas culturas, se prohíbe decir tal o cual palabra, frase o sonido; ya que a veces las palabras, —como apunta la lingüista María Ángeles Soler — no se pueden mencionar porque atraen fuerzas negativas, ofenden a la divinidad, a nuestros semejantes, o bien porque son consideradas «sucias» o «de mal gusto». Por ejemplo, en algunas tribus a nivel de bandas o aldeas a las mujeres no les es permitido mencionar el nombre de su marido ni ninguna palabra que tenga parecido con él, por miedo a causarle daño, o matarlo. Tampoco pueden designarse por sus nombres las cosas especialmente valiosas o especiales, para no atraer los malos espíritus sobre ellas —echarles «mal de ojo», se diría por acá—. De esta manera, muchas veces se confunde el significado —el objeto referido— con el significante —el signo lingüístico o palabra— como Gustavo Rodríguez nos dice: «no es la cosa en sí, sino el signo mismo lo que constituye el tabú».Como puede verse, lo prohibido siempre se hace presente en el habla, en lo que decimos y sobre todo en lo que callamos: y esto es aún más palpable tratándose de la divinidad, por que qué más lejano, prohibido, intocable e infalible e inefable que Dios. Así, en la religión judía, está prohibido pronunciar el nombre de Dios , que también se conoce con el tetragramaton YWVH (PONER CARACTERES HEBREOS), y en su lugar se dicen cosas como Adonai —señor—, Hashem —el nombre—, Adoshem —combinación de ambos— o Elohim —el poder de los poderes—. Asimismo, existen otras culturas, también a nivel de bandas o aldeas, en las cuales se cree que uno corre peligro si sus nombres son usados por magos o enemigos, por lo que usan dos nombres: uno pequeño, por el que son conocidos, y otro grande, que ocultan celosamente y que tienen prohibido pronunciar. Un ejemplo de este tipo de interdicción religiosa supersticiosa lo constituye el nombre mágico, religioso, original, único o «bautismal» y por lo tanto divino, que el hablante se ve obligado a designar por medio de perífrasis o metáforas.Muerte y tabúLa muerte nos persigue desde que nacemos, vivir es la primera causa de muerte y es por ello que el tabú lingüístico se hace aún más patente cuando ésta se nos acerca. Por poner un ejemplo: en latín desaparecieron en su momento los sustantivos originales para designar hijo-a que fueron sustituidos por otros como filius, filia, que en origen significaban ‘lactantes’, por miedo a nombrar al niño de brazos y que éste muriera; los miembros de las tribus de Australia central tienen que mencionar el nombre de un hombre muerto en voz baja, porque creen que si incumplen el tabú los indignados espíritus les perturbarán el sueño; los aborígenes de Victoria se deben referir a un muerto como «el perdido» o «el que ya no es», para no mencionar su nombre, y los guajiros de Colombia castigaban el mencionar a un difunto, con la muerte misma.Esto puede parecernos risible, exótico o completamente desorbitado, pero no dista mucho de ciertas frases que en el español de México usamos cuando de hablar de muerte se trata: desde el «ya no está con nosotros», «se nos fue», «se nos adelantó», hasta «el difunto», «el finado» o cosas como «lo sacaron con los tenis por delante», «chupó faros», «se quebró» o «le tocó bailar con la huesuda».Como podemos ver, la prohibición es específica de cada cultura particular, y lo que en una puede ser prohibido o sacrílego, en otra no lo es: por ejemplo, en España es normal decir maldiciones como: «me cago en la hostia» o «me cago en la Virgen», que en la sociedad mexicana serían impensables e inefables.Lo políticamente correctoPor otro lado y en cuestiones menos religiosas, el tabú lingüístico también incide en el ámbito social. Por ejemplo, en el caso de los indios navajos, un hombre no debe dirigirse a su suegra —es decir a la madre de su mujer— o hablar con ella, y sólo puede hacerlo a través de otra persona; en caso de que esto sea muy necesario, debe decirse a sí mismo y en voz alta lo que es urgente que ella oiga. Esta forma de comunicación que parece bastante exótica no es muy distinta del protocolo de las sociedades modernas, como el español que utiliza el Usted —una palabra de protocolo que deriva originalmente de Vuestra Merced— y otros términos de respeto, como Su Señoría —Usía—, Su Santidad o Su Majestad, que además usan la conjugación de tercera persona. «Usted piensa», «¿Qué desea su majestad?», lo que hace que la comunicación sea de mayor respeto al haber un alejamiento y una distancia virtual con el interlocutor. Esto se relciona, de cierto modo, con las criptolalias o lenguas secretas , que constituyen un tipo de lengua especial por el sentido místico que encierran, un código secreto sólo para iniciados y que en muchas sociedades sirve para gestionar la información, como el caso de las palabras, los términos, las expresiones e incluso las lenguas que las mujeres no pueden oír ni utilizar, o al revés en el caso único del nushu —una lengua secreta china, hablada sólo por mujeres.En la piel de la letraComo podemos ver, el lenguaje —como esa representación canónica de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que pensamos y de lo que no— refleja todo lo que el ser humano es y, por lo tanto, también todo lo que teme, todo lo que le asusta o lo que no considera apropiado, como sociedad, o como individuo. Lo que se puede decir y lo que no, trasluce lo que se quiere ver y lo que no, lo que puede estar a la luz del día o debe permanecer escondido en las sombras. Pero como hay que hablar, como hay que comunicarse, muchas veces en el lugar de las palabras tabú, se emplean otras, no tabuizadas, que funcionan como eufemismos, es decir, como términos «inofensivos ». A través de ellas cada dialecto o comunidad lingüística establece sus propias formas de sustitución, alteración, modificaciones de voces o expresiones que considera de dominios más prosaicos, vulgares, desagradables o impúdicos, y establece qué decir y qué no, cuándo y cómo. En la sociedad tradicional mexicana, por ejemplo, todavía es mal visto usar «malas palabras», «improperios» o «groserías» siendo éstas de diferente índole y talante: desde maldiciones, insultos o improperios como chingada madre, pendejo, estúpido o carajo, sobre todo en ámbitos sociales formales o si se está frente a mujeres «damas», niños y mayores. Muchas veces quien las dice suele recibir reproches del tipo de «¿con esa boquita comes?» o «te voy a lavar la boca con jabón», por lo que frases como «está de la chingada» deben ser sustituidas por otras como: «está de la fregada», «de la chifosca mosca», «del carámbanos», «del cocol», «chintetes» «careste», etcétera.Y en el caso de las partes del cuerpo, los genitales y todo lo que con ellos se relaciona, hay una gran variedad de nombres y de estructuras evolutivas que los encubren por su carácter «obsceno» y «denigrante». Y así, de nalgas o culo nos vamos a pompis, nachas, trasero, asentaderas o glúteos; de pene nos vamos a pito, pajarito, pirrín, pirinola, plátano, chaflán o hasta «tu ése»; o bien de tetas a chichis, bubis, pechos, pechonalidad o busto. Lo mismo pasa con los juegos de palabras en relación con fornicar —que también es coger en mexicano— y que deriva siempre en: «hacer el amor», «abusar de alguien», «poseer», «pasar por las armas», hasta cosas como «hacer el uqué», «cuchiplanchar» o «echar pata».En los terrenos que aluden a la enfermedad o a lo desagradable —porque en la mayor parte de las sociedades está prohibido ver lo que todos ven y decirlo en alto— se utilizan otro tipo de eufemismos: quien es viejo ha pasado, en el lenguaje oficial, a «senecto», «adulto mayor», «miembro de la tercera edad» o «adulto en plenitud»; un ciego es «invidente» o «débil visual»; quien es cojo, paralítico, hemipléjico o manco, después de haber pasado por ser tullido, minusválido o discapacitado, es ahora un «individuo con capacidades diferentes».Estos eufemismos están en constante cambio y el mismo fenómeno, problema o tabú es nombrado de diferentes maneras de acuerdo con la usanza y con el paso del tiempo. Porque al nombrar lo innombrable, el eufemismo se va contaminando con los valores negativos y se transforma a su vez, en una palabra tabú, por lo que debe ser sustituida por otra nueva, y así sucesivamente. Ya era suficiente eufemismo chichis —del náhuatl chichitl—, pero de pronto resultó que ya habiendo adquirido la carga negativa o directa, ahora se le sustituye por bubis —un anglicismo, de boobs.Lo que no decimosTodo el universo de lo prohibido en el individuo tiene que ver con nuestros deseos maltrechos, nuestras pulsiones insatisfechas, también con aquello que nos es ajeno o desconocido o con lo que nos molesta y repugna, y evidentemente es en la lengua, ese sostén del mundo, esa mirilla por la cual vemos la realidad, que esto se hace patente. En ella sale a flote «todo lo que molesta, afecta, impresiona, provoca miedo, causa hilaridad, inquieta o enoja a un conglomerado humano», en lo colectivo y en lo personal. Y en la dirección en la que apunta Freud, el tabú lingüístico no deja de ser diferente a los otros, ni deja de afectar o incidir en lo particular, en lo individual y en nuestra propia forma de hablar. De esta manera, cada uno de nosotros, en nuestro idiolecto, decidimos lo que está bien o mal decir de acuerdo al contexto y a las circunstancias, desde el dirty talking durante el acto sexual, que para algunos puede ser placentero y para otros repulsivo, hasta las palabras que podemos usar en los diferentes ámbitos de la vida, con nuestro jefe, nuestros profesores, con nuestros padres o amigos más cercanos.Hablar de tú o de usted; decirle al mesero, mesero o señor; dirigirse a desconocidos de tal o cual modo; decir «malas palabras» o «groserías» con las amigas de la escuela de monjas y evitarlas cuando se está con hombres; hablar despectivamente de ellos y viceversa. Dar la mano, saludar de beso, nombrar las partes del cuerpo tal cual o referirse a ellas con sobrenombres, enseñarle a hablar a nuestros hijos con palabritas o palabrotas; no decir las cosas directamente, hablar con circunloquios o no poder decir no, son decisiones que tomamos de acuerdo con el concepto de lo prohibido que nos hemos formado a lo largo de la vida; porque en cuestión del tabú, lo que callamos dice más que lo que decimos.María del Pilar Montes de Oca es reconocida por ser una persona que rara vez se calla nada. Ni modo, como diría la tía Concha Borja: «aunque se ofendan los FRANCESES
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Comentarios

  • Quisiera compartirle y aclarar lo siguiente:

    en este artículo interesantísimo de la revista, mis ilustraciones no fueron las que finalmente se publicaron en la revista, yo les estoy compartiendo una de las imágenes (armando hoyos)que inicialmente se hiban a publicar, pero me solicitaron caricaturas de Silvio Rodriguez y Pablo Milanés, motivado por el artículo de la Trova Cubana, mismas que si se publicaron en el No. 70.

    espero seguir contando con su apoyo y espero sus hermosos comentarios!!!
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