EL AMOR

(extraído del libro “Con las alas abiertas” de Zenaida Bacardí de Argamasilla)

El amor rige al mundo y lo abarca todo. Pero cada amor es una propiedad, un modelaje, un diseño único y una creación personal. Cada uno hace del amor universal, su amor particular y le pone su talla, su figura, su personalidad, su arte y su marco.

Todo el mundo tropieza con él y todo el mundo lo vive. Pero cada uno le pone sal de su mar, miel de su panal y estrellas de su cielo.

Por eso cada uno tiene su peculiaridad, su distintivo, su sello especial y su “estilo amoroso.”

Hay “amor de torbellino”, que todo lo revuelve.

“Amor de espuma”, que se disuelve con el viento.

“Amor de roca”, que todo lo resiste.

“Amor de ola”, que todo lo inunda.

Y “amor de río”, con mucho caudal en su corriente, muchas palabras en su canto ¡y mucha abundancia en su desembocadura!

El amor es universal, pero con características particulares.

Hay “amor de cascada”. Es amor que se despeña. No es corriente que canta, que hace camino, que marca la vida.

Hay “amor de árbol”, que no sólo fecunda y da flores, sino que nutre con su savia y dora el fruto con su fuego.

Hay “amor de volcán”, lleno de piedras, de destrozos y de cenizas.

Hay “amor de mar”, lleno de oleajes, de mareas, de misterio. Que no para hasta tocar fondo en el corazón.

El amor tiene especialidades que lo distinguen.

Hay “amor de detalle”, lleno de gajos pequeños que hacen el ramo grande de la felicidad.

Hay “amor absorbente”. Asfixia tanto que ahoga. Abarca tanto, que apresa. Te cerca de tal manera que te encadena. Se adueña tanto, que te pierde.

Hay “amor de costumbre”, lleno de monotonía, de impavidez y desgano. No nació así: tú le has ido transmitiendo la decadencia.

Hay “amor de lago” que al reflejarse, ¡hace subir!
“Amor de montaña” con las estrellas cerca y la cima florecida. Y “amor de playa” donde quieres descansar, quieres vivir y quieres anclar.

Hay “amor de equilibrio”, sin excesos en el frío ni en el calor; lleno de esa tibieza y ese ambiente de calidez que hace acogedor un buen nido.

Hay “amores bien cultivados”. Saben caminar y dejar huellas, tener alas y volar, vibrar con el amor y entregarse, teñir las realidades y adornar los sueños.

Hay “amores resecos”, sin rocío para amanecer, sin lluvia para ablandar, sin pulpa para crecer ¡y sin sueños para volar!

Hay “amores tallados”. Están bien pulidos, tan bien dosificados, con tanta filosofía, arte, música y colores, que pregonan la armonía y la paz. Tienen tanta “magia” que llega a adquirir categoría de milagro.

Hay “amores de celos”. Siempre están temerosos. Siempre se sienten amenazados. Por cualquier rendijita ven fantasmas. Viven obsesionados por ese solo punto y acaban obsesionando la mente y lesionando el amor.

Hay “amor compacto”. No tiene huecos, agujeros ni fisuras. No hay dolor que los separe. No hay pared que los incomunique. No hay silencio que los aísle y no hay cicatriz que los marque: ¡son de una sola pieza!

Porque, amigos, el amor no es un éxtasis: está envuelto en una realidad.

El amor no está hecho de tacañería, sino de esplendidez y de abundancia.

El amor no es un detalle del conjunto, sino el núcleo fuerte de la unión.

El amor no es hilo suelto: es un empate de dos nudos. No es trabajar en mi propio plan: es trabajar en el plan de la familia ¡y en el plan de Dios!

Hay “amores sin contenido”. Les falta lucidez, equilibrio, eje central, cordones que amarren, motor que impulse y barco seguro.

Hay “amores sin estrategia”. Sin color, sin sabor, sin perfume. No cambian el paso, no se enardecen, no crean. No cierran los ojos, no buscan el alma ¡y no se apasionan para vivir!

Hay “amor de globos de colores”, que al contacto con la realidad, se desinflan y se los lleva el viento.

Hay “amor de movimiento”. No paran, viven de fiestas, viajes y compromisos sociales. No se conocen por dentro. No se divierten juntos. No se ven el alma. Y aparece ese vacío escurridizo, disfrazado y astuto, a derribarles el amor.

El “amor de adolescencia” es limpio y fresco, soñador y romántico, pero le falta madurez y crecimiento: ¡vive un amor que todavía no ha llegado!

El “amor de juventud” es apasionado, ciego, caudaloso y desbordado. Vive un amor a borbotones, sin colocar el medidor en el justo medio que la realidad necesita.

El “amor de madurez” es intenso, penetrante, habilidoso y sabio. Vive creciendo, haciéndose jugoso, sazonando el fruto ¡y realizando su misión!

El “amor de vejez” es de penumbra, como de lamparita. De tronco, como de Ceiba bien plantada. Un amor dulce, como de ternura acumulada. ¡Amor de dos rosas puestas en las manos de Dios!

El amor tiene raíces en todas las ramificaciones de la vida, motor para todas las hazañas del camino; tiene pupilas dulces para el dolor, resistencia para vencer ¡y la gracia de Dios para poder llegar!

El amor lo llena todo.

El amor es la luz que alumbra los hechos. Es la sabiduría que no enseña ningún libro. Es la medida que tenemos para todo. Es la espalda fuerte para cargar las cruces. Es la alegría para un buen servidor. Es el grano que fermenta la vida ¡y la chispa interior que alumbra el alma!

Hay que prender el amor en el ojal del mundo para humanizarlo. Subir con él la montaña de la vida, para llenarla de rosas. Y vivir en actitud amorosa para todo y para todos.
Recordemos que hay cumbres que sólo se consiguen con amor. Hay sueños bajo el ala que sólo se realizan con amor. Hay muchos espacios del alma que sólo se mueven con amor. Hay muchas oscuridades que sólo se aclaran con amor. ¡Y hay mucha vida que sólo con amor vale la pena de vivirse!

Enviadme un correo electrónico cuando las personas hayan dejado sus comentarios –

¡Tienes que ser miembro de Retos Femeninos para agregar comentarios!

Join Retos Femeninos