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Tendemos a colaborar en contextos de confianza. Esto significa que o tenemos en cuenta la forma en que nos relacionamos y trabajamos la confianza a través de los respectivos roles, desde el conocimiento mutuo progresivo y respetuoso, así como de los espacios de vinculación productiva o sencillamente no habrá colaboración. Se podrá dar, eso sí, un acompañamiento interesado y confuso, que terminará degenerando en traiciones, frustraciones y enfrentamientos, directos o indirectos. Dar el paso hacia la colaboración real supone un ejercicio de libertad y por lo tanto debe estar sustentado en una decisión que parte de una propuesta aceptada por ambas partes. Cuando logramos establecer esta plataforma han de gestionarse las interacciones hacia su optimización productiva sin que podamos permitirnos el lujo de esperar que esto ocurra por azar. En este sentido, desde la perspectiva del liderazgo especialmente, conviene hacer uso de la humildad, mostrar vulnerabilidad, ofrecer disponibilidad y cercanía, siendo al mismo tiempo respetuosos con los demás.