¿CÓMO DEBEMOS EDUCAR?

Desde 1996, en educación se habla de promover la adquisición de competencias para la vida, siguiendo las recomendaciones de la UNESCO, en su Informe Delors, que propone: conocer, hacer, convivir y ser.

Conocer todo aquello que sirva como fundamento en la toma de decisiones, pero que también contribuya a tener una perspectiva diferente del mundo, ligado al placer de descubrir; por ello es recomendable aprender a aprender, así no habrá pretextos, ni obstáculos. El conocimiento está ahí, sólo hay que extender la mano, tomarlo y hacerlo propio (esto último es lo que le da significado).

Hacer, que no puede separarse del conocer, porque es la comprensión de lo aprendido, lo que brinda las armas para ejecutar. Este “hacer” es lo que prepara al individuo para su vida laboral, es donde se presentan las competencias desde una perspectiva profesional; las competencias profesionales pretenden garantizar la eficiencia en la resolución de problemas específicos en un contexto determinado, lo cual no se limita a un quehacer técnico o manual, sino a la capacidad de responder a los cambios de manera exitosa a través del uso de la creatividad.

Convivir implica un entrenamiento continuo para insertarse productivamente en una comunidad que está conformada por seres humanos con creencias, costumbres y prejuicios que no siempre se comparten, aunque existan ciertas semejanzas culturales. Esto vuelve valioso el reconocimiento de la otredad, es decir, reconocernos en el otro, a pesar de las grandes diferencias. Este punto es el que alude a la inclusión, al respeto de la dignidad humana, al desarrollo de la empatía, al apego a las normas sociales… es un reto que se supera con el desarrollo de las habilidades socioemocionales.

El ser, como el centro de los demás pilares, conlleva el autoconocimiento y el desarrollo integral de todas las facetas de la vida. Se educa desde el ámbito cognitivo, emocional, estético, físico y espiritual. El saber quién se es conduce a la creación de un autoconcepto que debe ser positivo para ejercer la libertad de pensamiento, alcanzar la autonomía, reconocer el valor personal, confiar en las decisiones personales y así vivir en plenitud.

La propuesta de Jaques Delors se planteó hace casi 25 años, pero tal parece que la escuela y la familia tradicionalista, sigue sin reconocerla como un modelo esencial para formar seres humanos felices. La preocupación sigue siendo la transmisión de información y el cumplimiento de un sistema 100% conductista que garantiza únicamente la reproducción de datos y de conductas condicionadas, pero que no prepara a las generaciones de hijos y de estudiantes para enfrentarse a un mundo radicalmente distinto al que vivieron nuestros abuelos.

¿Qué hace falta que suceda para que por fin reaccionemos?

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