A través del sentido del olfato los aromas llegan al cerebro. Este sentido es miles de veces más sensible que cualquiera de los otros, ya que es el único que se proyecta directamente al sistema límbico; además, la región olfativa es el lugar de nuestro cuerpo donde el sistema nervioso está estrechamente relacionado con el mundo exterior. De esta forma, los estímulos olfativos llegan, sin escalas, a las centrales de conexión internas de nuestro cerebro, pues las neuronas de la región olfativa atraviesan la corteza cerebral por medio de fibras nerviosas, llevando lo mensajes olfativos.
Nuestro bienestar general depende mucho más de nuestro olfato de lo que se suele suponer. Este sentido no solo controla funciones corporales que no están sometidas a nuestra voluntad, sino que influye en nuestro mundo emotivo.
Lo anterior se explica analizando las diferentes estructuras cerebrales como el sistema límbico el hipotálamo y el tálamo, que se ocupan tanto de procesos emocionales como físicos y están relacionados con este sentido.
Además, parte del aroma aspirado llega a los pulmones y a la sangre a través del tracto respiratorio.
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“Una gota, sólo una gota; cierro los ojos, la aspiro… y tengo un jardín en mi mente”
Fils du Bois
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