ANTONIETA, ENTRE NOSOTRAS

Bien sabía desde tiempo atrás, que la vida y la obra de Antonieta Rivas Mercado eran de excepción y que por tanto merecía el mayor de nuestros reconocimientos.

Pero ahora, tras la lectura de un libro excelente que alude a ella y que nos comparte hoy su autora, la talentosa Tayde Acosta, queda todavía más y mejor sustentada la deslumbrante trayectoria de una mujer fuera de serie que cruza luminosamente por la historia de México, su cultura y sus letras. Y asimismo, por lo que corresponde a su avanzado e invaluable testimonio respecto a la presencia y participación de las mujeres en la sociedad mexicana.

Es en ese sentido, hacia donde mis comentarios se orientarán, además de formular un paralelismo entre las condiciones en que vivían las mujeres a inicios del siglo XX y lo que ahora prevalece en los días actuales.

Solo de esa manera, me aseguro de que justifiquemos plenamente su valentía, entereza y enormes méritos, pues en su época no permeaban aún los avances que nosotras hemos conseguido y gozamos en el presente siglo, que en buena medida, hay que subrayarlo, se deben a mujeres fuera de serie como la gran Antonieta.

En un breve trazo insistiré, como lo sabemos,  que la época en que ella vivió se mantenían cerrados los espacios y hasta era castrante para el desarrollo de nuestro género. Pocas se atrevían a dar pasos más allá de lo permitido y quienes lo hacían enseguida eran descalificadas con todo tipo de denuestos y discriminaciones. Más aún, si su labor se desenvolvía entre hombres del medio literario y artístico, considerado por muchos para bohemios, por lo que incluso podía llegar al grado de escandalizar cuando se trataba de una protagonista.

El rol de la mujer estaba entonces reducido a las labores domésticas en el hogar, como si fuera una especie de caja fuerte insalvable, alejadas por lo mismo, de cualquier  opción en el horizonte  educativo y  su consecuente  práctica profesional.

Qué decir del clasismo imperante, que tanto en la agonía del porfirismo como en advenimiento revolucionario, los odios iban de ida y vuelta: por un lado lo que menos le indilgaban a Antonieta es que se trataba de un caso de locura y liviandad; y por el otro, de ser una catrina rancia y alzada.

En fin, un mundo exclusivo de y para hombres, ya fueran los del porfiriato que de los que conformaban la plebe, como respectivamente se descalificaban. Y, solas enmedio, las mujeres que en su mayoría permanecían sometidas, esclavizadas y remitidas al servicio de los machos, en uno y otro bando.

 

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