25 AÑOS DE CASA TIBET Y 50 DE SU FUNDADOR

 

Marco Antonio Karam –Tony, como muchos le llamamos con afecto– llega a un aniversario significativo de su vida, en coincidencia con la celebración del primer cuarto de siglo de la Casa Tíbet, institución que fundó y dirige con todo acierto hasta nuestros días.

En efecto, el cumpleaños 50 de Tony coincide con los 25 años de esa institución budista. Ambos son acontecimientos muy relevantes que celebramos con enorme gusto.

Por una parte, debemos destacar su meritoria trayectoria y, por otra, la obra trascendente y constructiva que ha realizado para promover y difundir el budismo en México. Esto último ha generado enormes beneficios para miles de personas que nos hemos formado en esa disciplina filosófica, a la par que ha impulsado la difusión de las enseñanzas budistas a través en múltiples foros e intervenciones en los medios de comunicación.

Pero hoy prefiero recoger el testimonio de la Casa Tíbet, la cual nos lo ofrece con puntualidad histórica y certeza informativa, lo que conforma una crónica magistral. Remontémonos, pues, a 1989, cuando Tony Karam inició su magna tarea.

Filósofo de profesión y político por ineludible obligación, se encargó desde esos años no sólo del diseño de los programas de enseñanza del budismo tibetano de dicha institución. También, de cada una de las visitas que el dalái lama Tenzin Gyatso ha hecho a México, con todas las implicaciones logísticas y políticas de esa tarea. Asimismo, hay que puntualizar que la difusión de la filosofía budista en nuestro país se debe indiscutiblemente a la repercusión internacional cada vez más notable de la figura del dalái lama como el líder espiritual alternativo por excelencia.

Justo cuando el dalái lama recibió el Premio Nobel de la Paz 1989 –lo que redimensionó su figura a escala global– se fundó la Casa del Tíbet en México bajo la dirección de Marco Antonio Karam, un singular joven de apenas 25 años que ya tenía al menos 10 estudiando filosofía y meditación budista. Algo rarísimo para alguien nacido en una familia tradicional mexicana, católica y de origen libanés. Pero su vocación fue tal que logró alcanzar el rango de lama, con el que hoy garantiza el grado de su instrucción superior, aunque nunca se le vea vestido de monje.

Marco Antonio Karam estudió la licenciatura en Filosofía en la Universidad La Salle, las licenciaturas en Estudios Budistas y Psicología Budista y Occidental en la Universidad de Naropa en Boulder, Colorado, Estados Unidos, y la maestría en Budismo y Civilización Tibetana en la Universidad Tribhuvan en Katmandú, Nepal, donde comenzó a establecer los vínculos que lo llevarían a entrevistarse por primera vez con el dalái lama en 1987. Éste no sólo recibió con curiosidad a aquel mexicano estudiante de budismo que le hablaba en perfecto tibetano y había llegado recomendado por una élite de maestros tibetanos en el exilio, sino que pronto depositó en él su confianza para animar el proyecto de crear un centro de representación cultural del Tíbet en México. Desde entonces, como bien dice Tony Karam, “El reto de crear una casa del Tíbet en México era inmenso, porque no había ningún tipo de relación ni empatía con aquella cultura oriental y menos con su filosofía. Pero el dalái lama me ofreció la posibilidad maravillosa de que si yo lo hacía, él vendría a inaugurarla, lo cual aconteció en 1989 durante su primera visita a Latinoamérica”.

Por eso, tras dos décadas y media, hoy afirma: “A todos mis compañeros y hermanos de Dharma, a la gran familia de Casa Tíbet México, [...] deseo expresarles mi más profunda gratitud y reconocimiento por la maravillosa y sorpresiva noche de celebración en torno al 25 aniversario de nuestra Casa y mis 50 años de vida. Indudablemente este evento fue para mí uno de los más poderosos, conmovedores y significativos de mi vida, pues me vi rodeado de tanto cariño y de personas con las que he compartido mis sueños, mis limitaciones, mis aciertos y desaciertos. ¡Qué rara oportunidad! En especial el obsequio de tener conmigo a mis amigos espirituales, los mensajes de nuestros diferentes maestros, incluyendo al dalái lama, todo esto hace que mis esfuerzos se vean colmados con un reconocimiento que no esperaba. Gracias a todos por sus profundas bendiciones”.

En fin, un largo y fructífero camino de vida de Tony, más aún si sumamos su obra noble plasmada en la Casa Tíbet.

Felicidades doblemente a Marco Antonio Karam y a su familia, con bienaventuranzas para los muchos y buenos días que seguramente siguen.

Y qué mejor que cerrar estas líneas con una frase célebre del dalái lama: “Ya sea que podamos lograr la armonía mundial o no, no tenemos mejor alternativa que trabajar hacia esa meta”.

 

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